Soy de ideas persistentes, recurrentes. Y mi corazón sigue de duelo. Incluso a mi me parece mentira la intensidad de mi tristeza por la ausencia de alguien que solamente formaba una pequeña parte de mi paisaje urbano. Y muy pequeña, para ser sincera. Pero, de vuelta a la ciudad, el tener que enfrentarme a este recomenzar habitual, el saber que no va a estar más en esa puerta, esperando la salida de nuestros descendientes, me ata el corazón con una fuerza sobrecogedora.
Reconozco por escrito que me llevé su recuerdo conmigo, de vacaciones. Y la rememoré en determinadas circunstancias, con detalles de cirujana experimentada, tratando de obtener matices desapercibidos, palabras escapadas, conversaciones mantenidas [no, como las amantes, no].
Sucede, además, que a mi los espacios abiertos, las naturalezas vacías, vírgenes, las montañas elevadas parecen acercarme más a mis ausentes. Y me aparto de todas las cosas y mi mente comienza su trabajo: el de recuperar, extraer momentos, revivirlos.
El proceso no es húmedo. Es sin lágrimas. Pero conste que lloraría sin pudor, discretamente, aunque estuviera [como estoy normalmente] acompañada. Hace tiempo, ahora, que no siento vergüenza ante lo que siente y expresa mi corazón...
Dificil el duelo... ánimo..al menos lo reconoces...
ResponderEliminarGracias, Ico. Y bienvenida!
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