Regreso con la retina llena de verde y de marrón, puro contraste del que dudar. Si no hubieran sido mis ojos los que se pasearon por esos paisajes, creería que era un retoque de postproducción.
Me he traído los olores y los sabores incrustados en las memorias y puedo sentirme tan afortunada.
El corazón se mueve tranquilo y con poco espacio, que lo llenaron todo.
También tengo la conciencia ocupada con las desigualdades y las diferencias. Y el alma flota todavía en esos vientos suaves que dibujan transparencias invisibles a miles de metros a contar desde el propio nivel del mar. Pero ¿qué mar?
Los ríos se unen e impiden desiertos. Los oasis surgen en cualquier parte y nadie usa el agua que fluye para desembocar más allá de las fronteras, en un país de burkas injustas, imposibles, inevitables, como las lapidaciones que siguen practicando.
Este verano me he convertido.
No sé si gracias o por culpa de, pero ha sido consecuencia de los Mil soles espléndidos que leí en diagonal y entre lágrimas.
Haría tantas cosas. Y no sé por dónde empezar, aunque hice un primer gesto de involucrarme un poco, de firmar juntos con otras dos cientas mil personas para que esto se detenga. Una no debe quedarse quieta cuando una igual es vejada y maltratada y asesinada. Yo no puedo.
Y de repente me doy cuenta ahora. Ni siquiera yo puedo creerme. Lo juro y lo prometo.
Pero tengo una conciencia que se despierta...
no me gusta decirlo pero... te lo avisé, volverías mística!! jajjajaaaaa. besos, conversa
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