Siempre que me alejo un poco de mis lugares, me entra un algo extraño, una sensación rara, como de no tener que volver nunca. Es imposible descartar el elemento accidente pero soy una mujer razonablemente optimista, por norma. Así que no tengo ninguna intención de, a pesar de las circunstancias ajenas adversisimas que estoy viviendo, dejar constancia de las preocupaciones y miedos y ansiedades que el breve desplazamiento me genera.
De lo que no se habla, no existe. ¿No era esto lo que practica tanta gente? Pues por una vez...
No le damos ningún valor a tantas cosas, como la salud o la propia vida. Y pueden fallar. Los hospitales están llenos de gente sufriendo. Mueren personas cada día. Y a veces a una le toca de tan cerca que se derraman litros de lágrimas, sin ninguna vergüenza. A estas edades llorar no es un signo de debilidad, me dicen para contradecirme, algunas veces. Y eso que a mi nunca me ha gustado. Soy fuerte. Soy fuerte.
Pero no lo soy. Hasta yo misma lo sé, ahora.
Mañana lloraré, infinitamente. Y será una despedida entrañable, aunque no me atreva a salir a leerle ningún pensamiento, ningún mensaje para que se lleve en el bolso en ese largo viaje. No pienso soltarte. Te quedas conmigo... Aunque yo me vaya.
Hasta la vuelta...
pues te acompañaré, que es lo que puedo hacer...
ResponderEliminarNo existe comentario posible. Hiciste plástica con textos.
ResponderEliminarUn abrazo ...
ResponderEliminarFarala: te sentí, sí... :)
ResponderEliminarMaljardin: gracias. Bienvenido.
Mizar: lo necesitaba... Un beso.