Es lo normal cuando te ausentas del despacho un par de días. Al volver todo se intensifica, el teléfono suena más de lo habitual y los papeles te rodean por prioridades. El tiempo aprieta y no queda otra que recuperar el ritmo perdido y disfrazarse de resolutiva, en este caso. Luego los asuntos pasan sobrevolando la mesa, reciben la firma y continúan el trámite hasta otras mesas. Compartir momentos con quienes se dedican a lo mismo que tú es siempre postivo porque ayuda a reubicarse. Sé, sin embargo, que hay otras opciones y no echo de menos. Podría, naturalmente. Pero creo que es la pereza, mezclada con la edad y con el robo que sufrí en algún momento [que no sabría identificar ni en el tiempo ni en el espacio] de mis pequeñas o grandes ambiciones, que ahora ya no. No suelo mirar hacia atrás con la fruición de antes. A los lados me dirijo poco, con ranqueza. Y hacia delante... cuando lo hago es con la esperanza de no tener que realizar grandes cambios. Quizá algún día, quizá...
Tengo que reconocer que en una semana mi descendiente mayor ha operado un cambio de carácter [bueno, también físico, en la voz, en la altura, hasta en sus silencios] que lo está revolucionando todo. Especialmente a mi y a mi vida...
Empieza la diversión. Seguro...
Queremos cambiar el mundo
ResponderEliminarcon nuestras nuevas y jóvenes ideas,
pero es el mundo
el que acaba exclavizándonos.
Empieza la revolución
levántate y únete a ella.
Marca el buen camino
aquel que dejaste a un lado
y cuyo rumbo
aunque incierto
será el adecuado.
¿será?
TLS: hace tanto que aprendí que (casi) nada cambia en este mundo... Así que sin sorpresas.
ResponderEliminarMejor así ¿no te parece? :)