jueves, 8 de abril de 2010

Antes yo...

A veces me pregunto muy en serio el alcance de tu intervención en mi cambio. Obvio que el tiempo no pasa baldío, somero, breve, para ningún#. Ni siquiera lo hizo para ti. Mucho menos para mí, que soy más maleable, vulnerable y frágil, aunque nunca me creyeras cuando trataba de convencerte de esas lindezas. Digo que el tiempo ha pasado, podría concretar cuánto [pero no voy a hacerlo por varias razones], y soy tan diferente que no consigo recordarme, si me retrotraigo.

Omitiré hablar de valores o escribir largos adjetivos forzados para hacer un comparativo que sea el antónimo de exhaustivo [¿cuál es, digo?]. Y no toda yo he devenido mejor. No precisamente; que una aprende y se refuerza, se construye capas, se protege para ser capaz de ir avanzando, así, en el tiempo. Apenas sin darse cuenta, también.

Yo antes, por ejemplo, amaba mucho más incondicional y abiertamente que hoy. Y me daba cuenta. Antes y hoy. Sin duda. No sé, tampoco, si me prefiero de una o de la otra forma, que solo he mencionado dos [y diría yo que hay zonas grises]. Pero no quisiera entretenerme ni hacer perder valiosos tiempos a tercer#s, ajen#s...

Yo antes me movía peor que ahora, entre encuentros. Eso sí: con sonrisa idiotizada en la mitad inferior de mi rostro, permanente, instalada, sobrándose por los lados. Levantaba sospechas y motivaba preguntas, pero me zafaba. Aún hoy hay quién se cuestiona las razones y me llama hermética, a la vista de los prolongados silencios de felicidad incomprensible.

Yo antes no te quería...

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