Sí, te estuve observando. Con detenimiento, desde lejos, prudente. Me dí cuenta de que los pantalones eran de loneta de algodón y finas líneas verticales y que tenías las manos pequeñas. Me fijé en los zapatos y en lo abundante de tu pelo azabache. Sé que tienes los labios finos y la piel oscura, poco vello y la estatura de nuestra media nacional. Era fácil observar que soy algo más alta que tú y que tienes la espalda más estrecha. Te miré de reojo las pocas veces en las que me atreví porque te sabía absorbiendo impactos externos, saboreando luces y colores, los sabores del Mediterráneo. Debía conocer los detalles de los que alguna vez me habías hablado y fijarme en que te habían crecido las uñas y que no sabes arañar. Hoy sé que empiezas a ver mal de cerca y que te escoras a la izquierda cuando paseas, sin darte cuenta y muy despacio. Que te acercas a tu acompañante hasta rozar los brazos [caídos en paralelo al cuerpo, en suave balanceo, o ligeramente inclinados hacia adelannte, en flexión natural] y, en ese preciso momento, rectificas el rumbo y te alejas algo así como un palmo. Un palmo solo. Y se recomienza en un sutil y apenas perceptible acercamiento, un baile de movimientos y espacios. Ojos oscuros y distraídos, de miope, y sonrisa fácil. Quizá sean estos los rasgos encargados de dar la bienvenida al extraño, a la extraña. La mirada y la sonrisa. Te observé lo que pude, tanto como me dejaste, lo que me permitió el miedo a ser sorprendida, a cruzar la mirada y quedar expuesta, en evidencia, dispuesta yo también a que hicieras exactamente lo mismo conmigo y comenzaras tu examen. Ahora sé de ti que no vistes ni pulseras ni reloj ni anillos, solamente algo en el cuello y unos pendientes, como dijiste. Te gusta pasear y coleccionas paseos memorables para los anales. Hablas desordenada y apresuradamente porque los nervios te traicionan, como a mi me secan la voz y alguna vez callo. Con torpeza, no para mejorar el silencio. No. Pero sí, tienes razón, me dí cuenta de que eres de contacto y que te gustan las expresiones físicas, ese tipo de manifestaciones; pero eso nos atrapó a destiempo, con las cabezas demasiado llenas, demasiado dispuestas...
Descripción cinestésica. Hecha con el sexto sentido. Ese que es tan venático, tan propio e intransferible.
ResponderEliminarSin anillos, sin pulsera, sin reloj. Raro para estos tiempos. No?
Sabes? La observadora y la observada despiertan ternura.
Un beso, descriptivo.
Victoria: bueno, son distintivos, al fin y al cabo: de clase, de manera de ser, de estatus, de estilo de vida...
ResponderEliminar¿Tú crees? ¿ternura? y eso que son personas fuertes... oh y dime, ¿por qué crees que son dos ella? curioso...
Un beso, descrito.