martes, 9 de noviembre de 2010

En todas estas cosas, pienso ahora...

Cuando comienzo mentalmente con un [odioso] "me gustaría" es porque ando dispersa. Que me conozco. Diría que me ilusiona la ilusión ajena y que pienso en escribirte una carta, que no puedes leer. O en emprender un viaje imposible para cambiar de presente y reinventarme como downshifter de portada de las publicaciones especializadas. Que ya no sé cómo rechazar tus incesantes invitaciones, ajenas a la sutileza y burdas como el cáñamo o el yute o las restantes fibras naturales conocidas. Que los días que separan tu advenimiento son ya solamente tres, que descuento despacio, como si la espera fuera una margarita. Que extraño los días sin prisa de no hace tanto y aquellos en los que leía enormes textos cargados de millones de datos y sensaciones. Ahora rio por las noches y lucho sobre la cama para seguir perdiendo, sin lugar alguno a la mínima duda, mientras escucho alguna carcajada gutural, ya masculina, entre silencios femeninos expectantes que también evolucionan y han dejado, a veces, de emitir queja. Que mantengo la casa caliente y la pintura impecable y he colgado las cortinas que me regalaste unos meses atrás, porque soy lenta en la toma de decisiones, alguna vez. Que todo está perfecto, en equilibrio, sin lucha de fuerzas ni otras descompensacionese. Una nostalgia pequeña, en el pliegue del bolsillo de mi pantalón negro, si. Es pequeña. Pero es nostalgia, al fin y al cabo. Seguramente porque no estás y aún estoy aprendiendo a sobrevivirte...

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