Me acaban de decir una gran verdad, de esas tan obvias que parecen más verdaderas y es que los lunes deberían estar prohibidos. Vierto lágrimas por las esquinas y aparto la cara para que no noten que mis ojos están enrojecidos. No puedo aguantar miradas y lanzo besos de viento. No me interesan las cartas y tampoco me apetece nada. Será todo a la vez o que es lunes o primavera o bien que ando en proceso de ovulación y estoy en festival de hormonas asténicas. E histéricas, por cierto. Me aburro pensando en que voy cansada y prefiero no decirlo para no oir eso de que seis vuelos en cinco días son demasiado y por que es lo que yo quiero hacer. En parte. Otra parte no, que es porque va con la nómina. La voluntaria, la deseada, la esperada en cuenta atrás, esa no se renuncia ni se cuestiona ni siquiera se valora. Se extraña, se padece, se revisita y se recuerda con detalles ínfimos y mínimos, aunque determinantes, como esa caricia entre el volante y el cambio de marchas a media maniobra, aunque el coche sea automático...
no eres la primera que me dice que ha llorado en las últimas horas, que tiempos sparkling...
ResponderEliminarHay días que para sobrellevarlos o para que nos sobrelleven hay que precisamente hacer eso, ponerse en modo automático.
ResponderEliminarUn beso de ¡¡vamos sparkling!! :)
Hola, lunes.
ResponderEliminarYa sé
que a ella la has dejado someramente
agotada.
Que la has obligado a tomar un desayuno
de sueño con fruta del tiempo,
y un ascensor
que tiene atascado el botón
del cielo.
Es la primera estrofa de un poema. Lo escribí hace unos meses...
Un beso de martes. En una sala de espera. Estoy hasta... de las salas de espera.
Victoria.