Como no podría ser de otra manera en un lugar como este, voy a contar mi tristeza porque es del tipo que conocemos casi tod#s, supongo, de las que se vive alguna vez, por lo menos. De las que se pegan al recuerdo y se te empadronan. Es la tristeza del beso, la caricia, el paseo, la cena y el desayuno, la mirada, el contacto lento con la piel que saliste a buscar, la ducha y la certeza. De todo eso y algo más de cuando sabes perfectamente que son los últimos, que no habrá más, hasta el reencuentro. Los que suceden despacio y siguen sorprendiendo. Los que traicionan y desaparecen como las heridas que nunca van a dejar cicatriz [no, ni siquiera en los piratas]. Es la tristeza de vaciar las perchas del armario de ese hotel que casi parece un hogar, como todos los que hemos repartido por esta geografía nuestra y hasta de otros lugares más y menos lejanos. La de reconstruir la maleta, que vació los regalos y se lleva nuevas compras, indfectiblemente. La del abrazo largo detrás de la puerta y la de los besos eternos, incluso la de pagar la cuenta, con la impaciencia de la nueva cuenta atrás que puso en marcha tu inconsciente, como una respuesta automática, para que eso termine, para que vuelva a comenzar y la distancia sea mentira...
Suerte de esos resortes a modo de respuesta automática que atenúan en la distancia los tiempos de vuelta a los besos eternos de antes de detrás de la puerta.
ResponderEliminarUn beso sparkling.
La distancia es jodidamente dolorosa.
ResponderEliminarÁnimo
He sufrido pocas distancias...Pero me hago cargo.
ResponderEliminarSupongo que sí, que todos hemos conocido esa tristeza... Y pobre de aquél que nunca la hubiera sentido si no es porque no hubo tras ella distancia y tiempo.
ResponderEliminarEs curioso, me recuerda un poco a la línea del último post que he publicado, en el que hablaba (demasiado por encima) de "esos besos" que todos conocemos, como tu tristeza.
Es curioso que siendo verano se nos peguen así estas nostalgias...
Un besazo
De una forma u otra he sentido esos besos y abrazos robados, casi como si fuese el último de tu vida. Por suerte para mi, desaparecieron y dieron lugar a una abrazo y unos besos diarios con sabor buenos dias.
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