Estoy intentando interiorizarlo y que sea imperceptible desde fuera. Es algo que siempre he hecho muy mal: disimular. En puertas de una reunión en la que, como no me esmere un poco, será lo primero que se comente o se piense, según la valentía de cada un# y de la expresión de mi cara. Que mi humor debe reflejar una mala noche. Intento pensar si es solo eso y me bastan unos segundos para saber que hay tantas otras cosas, que voy dejando ahí, a un lado, que van perdiendo importancia frente a las urgencias del día a día; al final, son de agradecer. Y de detestar, naturalmente. Ninguna intención de hacer una relación exhaustiva, pero conozco perfectamente la sensación de rabia pegada justo debajo del esternón, cada vez más difícil de contener, hasta el punto de que hoy se me escapó con el primero que anda por ahi como aprendiz de jefe y aires de cualquier cosa, contento por un reciente ascenso no comunicado que le habrá costado el pisar a un incontable número de colegas. Hoy saldría corriendo de aqui, aunque, como desconozco dónde vives, no sabría bien hacia dónde dirigirme, si al norte o al sur. Tanto como voy callando, como ya no me digo e incluso me justifico a veces, condescendiente, triste. Somos reflejo y somos imagen, aunque haya días, como hoy, que más me recuerdo a una sombra...
A veces no somos mas que nosotras quien nos hacemos sombra.
ResponderEliminar!Animo valiente!
Un beso, sparkling.
Ha dicho usted liviana? :)
ResponderEliminarBueno...ya sabes...pocos, cobardes y mediocres. Y además no tienen remedio.
Deja de ser hoy sombra y ve a comprarte un libro. Por ejemplo.
Beso epicúreo.