lunes, 3 de septiembre de 2012

Espero que no sea para siempre...

Trabajar al límite tiene partes. He descubierto la mala de alguien y, como soy una chica estupendamente bien educada para la más pura y estricta culpabilidad, no consigo sacarme de encima ni al protagonista, ni las frases dichas en el momento de autos ni la inquietud. Semanas trabajando al límite sin desfallecer hasta que llegó el deadline y sucumbí. Mi cabeza estalló setecientas veces y mi sueño desapareció a pesar del agotamiento físico terrible de la falta de noches completas, la ausencia de ejercicio físico desde hace no sé bien cuándo y una mala alimentación rara. Hace demasiado que vivo tensionada. Me debato entre sentirme culpable o creer que fue una provocación. ¿Es imprescindible recordar quién manda? ¿tengo que hacerlo? ¿no es posible evitar recordar que somos un equipo y que hay que reportar, justo para que la izquierda sepa lo que ha hecho la derecha [me refiero a las manos, no a la política. Muy British, por cierto, lo de las manos]? ¿hay que bajar a ese nivel de detalle cuando hablamos de adultos universitarios con un CI superior, bastante superior, al de la media nacional? Estoy furiosa. Completamente. Irremediablemente. Confieso que mi intransigencia y yo estamos preocupadas...

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