Todas las esperas y los traslados y las ventanas se acabaron y salió el sol, se abrieron las puertas y se retomaron viejas costumbres. Desapareció la pereza a golpes y cambió la temperatura, exterior. En horizontal se intensificaron los gestos y se prolongaron en el tiempo, entre silencios, contra lágrimas y alguna sonrisa tímida. A fuerza de escuchar diferentes versiones de algo similar se avanza despacio, se plantean dudas y se escuchan los pensamientos que ya no se conocen, por falta de práctica y a pesar del interés. Las manos, la boca, la piel y las melodías que elegiste regalar, escogidas para cada cosa, sin improvisar ni un segundo, irrumpen como inesperadas. No hay tiempo para discusiones sobre este u otro asunto, ahora que el sábado se nos voló de entre los abrazos y en silencio. Forma parte de la vida, es su esencia, no se cuestiona. No se admiten lágrimas ni reproches. No me llores por favor y acércate a mis labios, otra vez...
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