martes, 19 de marzo de 2013

Todo sigue y sus ausencias...

Procuro no perderme ninguna, como hicieran mis ascendientes. Me propuse desde el principio asisitir a todas las llamadas del centro escolar de mis descendientes, para que nunca pasaran la vergüenza que yo pasaba cuando en casa estaban desalineados con la escuela por esa falta de comunicación. Es de comprender que estuvieran hartos de ese tipo de gestiones rutinarias y nunca se lo reproché pero me hice algunos propósitos enormes de cara al resto de la vida. Por supuesto, lo he cumplido. 

Hoy me he sentado de nuevo en una clase en la que pasé meses hará treinta años y he observado al resto de comparecientes, con detenimiento y al detalle. El tiempo ha pasado para todos y la piel lo evidencia. Hemos evolucionado y se notan las diferencias de edad entre los que eran padres de un primogénito o de los últimos de esa família. Francamente, ellas están impresionantes y han doblado el volumen que tenían a la altura de parvulario (deben pensar lo mismo de mi) y ellos atractivos. Así es la vida. 

Pero había dos ausencias, en esa clase. Y dos viudos. Faltaban ellas y faltarán en la fiesta de graduación que estábamos preparando, como faltan casi a diario en tantas cosas. Me destroza el ánimo imaginar esa noche y que no estén. La vida ha seguido con fuerza y sus hijos han crecido y son adultos hoy. Y yo las echo de menos...

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