Hoy comienzo por el título, contrariamente a lo que es habitual aquí. Lo apunté en la servilleta de papel que se vino conmigo en la Moleskine negra que ahora me acompaña y me sirve para anotar todas las pistas, los indicios, las ideas y los datos importantes que, de otro modo, olvidaría. La mala memoria va con el diagnóstico y pasará, cuando todo haya terminado. Me preocupa relativamente, entre el setenta y cinco y el ochenta, sobre cien. Mucho, como es de ver. Porque olvidar cosas importantes para los demás es doloroso también para quién no puede recordarlas y debe convencer de que no es por falta de interés sino por incapacidad material. Duele bastante, si.
Al final una empieza por el principio, dijiste. Incluso por los laterales y los vertices, según parece. Ha comenzado el camino, la busqueda, el viaje iniciatico. No hay respuestas, solamente cientos de metodos y de maestros. Vas descubriendo y lees, estudias, abres la mente, revisas los detalles insignificantes, necesitas todas las respuestas, hablas y hablas, revisitas lecturas, conversaciones y momentos, preguntas. Es importante que te sientas acompañada, que alguien te ancle y te sujete por los pies, a un metro de la tierra, antes de alzar el vuelo. Hay momentos de duda, miedo y mucha soledad, también de libertad. Vas por el camino correcto, solo debes continuar. Y buscas almas gemelas. Y comprendes que somos maestros de cosas pequeñas, alguna vez en nuestras vidas, para quienes nos vamos encontrando por los caminos. Y ellos lo son para nosotros, para los demás. Y un día comprendes para qué viviste algo, con alguien, en algún lugar, esos momentos...
Solemos ser útiles, excepto cuando dejamos que nos gobiernen los instintos más básicos.
Nos sentamos a oscuras en uno de los tres o cuatro escalones frente al gran Antonio López, sintiendo que abrían el espacio solo porque habíamos decidido entrar, como niños, de pronto, improvisando. A solas, desde ese lugar, todas las obras expuestas, puestas, colgadas, estudiados los ángulos, el lugar y la luz. Parecía la tierra castellana y una mujer joven medio vestida, dormida a lo largo y descansado su cabeza sobre los dos brazos flexionados, como si fueran la almohada [bonita palabra de orígen árabe...]. Soñaba castillos, suspendidos en el aire, muy arriba, pero por qué una vela blanca en medio del desierto ocre? Dime! No, esas rocas no son de aqui, podrían ser de una bahía mediterránea. El color engaña nuestras mentes y asociamos el marrón a las tierras cuando es una marina y la esperamos azul.
Seguimos caminando entre esculturas, fotografía cubana y pinturas de gran formato. Disparo unas fotos en silencio. Me cuentas que el guarda del museo es un poeta amargado y de pronto me embarga un poco de pena...
Sí. Seguimos... Vamos...
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