lunes, 25 de abril de 2016

Así, voy tirando...

No me deshago del cansancio, como tampoco de las preocupaciones. Las colecciono. Me despiertan a media noche, se encuentran con los recién estrenados sofocos, y eso ya es una fiesta. Me levanto, bebo agua, regreso, empiezan las vueltas sobre mi misma, llegan los pensamientos. Así me lucen las ojeras, de luto. La suerte es que el ceño ya no aparece tan fruncido, gracias a métodos artificiales y artificiosos que no puedo decir aún que me convenzan o ponerme con todo el equipo a denostarlos abierta y públicamente. La piel bronceada es útil para tapar el rictus triste y la escasez de sonrisas; despista. Eso es lo que hay, además de muchos planes poco definidos o no, ejercicio a tandas y algo de caos, constantemente, al que no he logrado acostumbrarme aún.

Figura que estoy en una fase tranquila y que aún queda un mes pacífico, pre bélico. Y me arrastro, en todos los sentidos. Veo desmoronado mi entorno. Aún caen restos de ruinas a mi alrededor. Procuro inspirar despacio, como trayendo el oxígeno de muy lejos, suavemente. Y dejar la mente en blanco. Procuro repetirme que todo irá bien, que nada es grave, que tengo que relativizar. Intento trazarme a corto, no mirarme a la cara, imaginarme lejos y sola. Pero, ya lo sabemos, resulta que yo soy de asirme a un proyecto, un alguien, un mucho y un todo. A fondo, sin respiración ni miedos. Ni medias tintas o indecisiones extrañas. Así estamos, señoras y señores. Voy tirando, sin darme la oportunidad de escucharme para no oír mis quejas o lamentos... Voy tirando, consciente de que la vida no es esto. La vida es decidir...

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