jueves, 21 de abril de 2016

Cambio de aires, cambio de caras: cambios...

Esta vida [tan cachonda, ya sabemos] me está sentando a muchas mesas de diferentes lugares y calles, con personas nuevas y de lo más distintas a lo que viene siendo tónica en los últimos tiempos. Han regresado los trajes a medida, con corbatas de tonos pastel, pelos engominados, apellidos compuestos, gemelos y zapatos italianos, acompañados de sonrisas perfectas. Llegan las miradas blandas, amables y bondadosas, en esta fase. Todo se solemniza, hasta los silencios programados, los golpes de efecto, las propuestas y las miradas de reojo entre los miembros de un mismo equipo. Complicidades engranadísimas por repetidas un día y otro.

Qué distinta soy desde la primera de las reuniones de esta ronda. Me lo noto porque al menos entiendo una frase de cada cien. Algo puedo seguir. A menos que hablen muy deprisa. Bromeo. Y colecciono tarjetas de visita, que acabo de introducir en mi agenda porque queda todo por hacer y algunos serán los elegidos con los que voy a pasar noches en vela. Suelo anotar algún comentario sobre el lugar, el motivo y la fecha en la que conozco a alguien, así como uno de sus rasgos, el que sé que no olvidaré.

En el apartado de observaciones de la ficha de una de las directoras de blablablá que conocí ayer me he permitido introducir algo de poesía y reza así: "Middle 30s, morena de pelo lacio y brillante, media melena, llega algo tarde por retraso del vuelo. Se excusa dulcemente, con discreción. No se quita el abrigo ni una voluminosa bufanda gris perla en toda la reunión, como si tuviera un frío que no debía. Piensa mucho, mientras hablamos. Durante toda la presentación. Intercala alguna pregunta crucial en un tono implicado y empático. En realidad es la estratega de la operación. Me observa hasta los gestos y los silencios, las manos. El resto del equipo, hasta siete [de los cuales 4 varones de más edad que ella], calla mientras ella expone. Tiene los ojos azules más aparatosos [por espectaculares] y dulces del mundo. Nos besamos antes de entrar al ascensor".

El alma me pedía abrazarla para quitarle el frío y provocarle una sonrisa, que me abrazara fuerte susurrándome un convencido y convincente: "todoirábien..." que me quite un poco de ansiedad...

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