Opción A: Coge la bici. Empiezo a bajar y nos vemos debajo del Vela (así es como llamamos los lugareños al emblemático hotel W).
Opción B: llévame en la Bestia a cualquier lugar, solo a dar un paseo y así compruebas la sensación de llevarme de paquete... A la playa desierta, dónde aterrizan los aviones...
Opción C: tenis o padel? Hace sol, esta tarde... A ti te gusta jugar con sol... No, mejor nueve hoyos en el campo en el que jugué el otro día! Y me enseñas. Y la suerte del debutante me regala un empate. Nos faltó tiempo para un par de bolas y terminar la vuelta...
Opción C: día de la música, estrenamos verano, concierto para los refugiados, voces conocidas y amigas. Qué te parece? Vamos? Pues claro! Y bajamos paseando un barrio nuevo. Improvisamos una cena descubriendo un local encantador. Y regresamos caminando, solo un rato y hasta que se acaba la noche y nos ataca el cansancio...
Hay varias cosas relevantes y emocionantes en todo eso... Son verbos bonitos... Compartir el tiempo libre y hasta las preocupaciones con una sonrisa. Recuperar las ganas de no tenerle miedo a los sentimientos. Volver a confiar en que sentir es posible sin esperar una traición. Leer en tu cara que hay muchas cosas bonitas y poco egoísmo. Que entiendas que estoy porque cada día te elijo como la mejor opción. Todo eso tiene un nombre: emociones.
Entre música de cuerda y batería me preguntas al oído y en voz muy alta si tengo miedo. Necesito algunos segundos para comprender bien tu pregunta y la empatía que enmascara, me descoloca porque no estoy muy acostumbrada a que me traten así. Te respondo sin hablar. Porque no es necesario. Creo que sabemos que te miento porque es imposible no tenerlo, cuando suceden cosas impensables y graves que solo comparto contigo... Cosas que te despiertan a estas horas de la noche y descubres que te han robado el sueño...
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