Anoche empecé psiquiatría. Sí. Me contaron de alguien, un caso especial y bastante interesante, que no conocía. Me refirieron un trastorno [palabra más fea, sin la n, ¿no?] perceptible hasta en la distancia. Me mandaron un par de links y una recomendación. Y yo, obediente en este tipo de peticiones, me sumergí en la lectura consciente, tumbada en el sofá, con ganas de sabérmelo todo, como si eso fuera posible.
Me dijeron que ese alguien tiene un patrón de conducta: no sabe amar. Y eso le conduce a ser infiel con todas sus parejas. Todas y sin excepción. Más o menos importantes: desde el marido con el que convivió diez años y saltó al otro bando, hasta todas y cada una de las mujeres con las que ha estado desde entonces, de manera individual o simultaneándolas a todas o unas cuantas. Todas esas mujeres han sido traicionadas. Sin excepción.
Es infiel y no puede guardar el respeto debido, forjar relaciones serias, dejarse amar bien. Hay episodios recientes, muy frescos, que demuestran una recaída tras algunos meses de ligera estabilidad; todo fake, claro. Esos episodios explican que las aguas regresan al cauce natural y contra natura de las que ella ha bebido desde su más tierna infancia. Destroza y despedaza a sus compañías, naturalmente. Y no vuelve la vista atrás más que para sentirse útil y obtener reconocimiento de sus víctimas.
Es egoísmo. Es inconsciencia. Es divertimento. Narcisismo. Pérdida de la percepción de la realidad. Y muchas otras cosas referidas con su imagen y su desatención a su propio cuidado. Eso me dicen, sí.
Ignoramos el momento en el que se produjo el trauma durante la infancia, pero existen también causas biológicas, probablemente. Fácilmente diagnosticable con varias analíticas simples y otras pruebas indoloras. En manos de expertos, naturalmente.
Me dicen que esos comportamientos en los que alguien precisa traicionar la confianza de su acompañante/compañera/amante para sentir que se vive al límite tienen un nombre. Alguien experto me cuenta que el trastorno [sí, es horrible, sin la n...] no es tontería. Pero tiene arreglo. Esa es la parte buena para después de tomar consciencia de que el problema existe y hay que tratarlo. Porque, claro, lo primero es reconocerlo y dejar de negarlo. O conocerlo y llegar a la conclusión de que eso es realmente lo que puede explicarlo todo. Y tú sin saberlo. Vaya...
Vivir haciendo sufrir es difícil, aunque pueda parecer divertido, desordenado, risky y tal. Porque vivir comportándose como una cría caprichosa e inmadura en la segunda mitad de la treintena también hace sufrir. La vida pasa facturas, siempre. Y las traiciones vienen de fábrica con efecto boomerang. Todo nos es devuelto, a la larga. Las bondades y sobretodo las traiciones y los daños.
Resulta también que el alcohol y la cocaína, por ejemplo, son malos compañeros para el trastorno. Lo desencadenan, lo multiplican. Otros psicotrópicos y estupefacientes y substancias extrañas, también. Y sucede lo mismo con los excesos, que potencian los desarreglos psíquicos y pueden desencadenar otras cosas. Nada nuevo.
Os dejo el link para que descubráis el nombre del problemón.
Me atrapó como el mejor de los best seller leídos en los últimos años. Me abrió los ojos, me despertó.
No os perdáis la lista de los síntomas:
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El entorno debe ayudarles a que reaccionen y se pongan en manos de expertos. Sin mentir. Procurando encontrar soluciones, que las hay. Ellas solitas difícilmente se darán cuenta de que necesitan ayuda, tratamiento, cuidados y seguimiento.
Desde aquí, desde la distancia, le deseo mucha suerte a la afectada, a la enferma y también a mi amiga. Ojalá la primera encuentre remedio y paz y sea capaz de amar y hacer feliz a alguien, alguna vez. Parece que solo sabe hacer llorar y convertir en infelices a quienes la acompañan, la pobre...
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