Frente al mar. De nuevo. Ese tiempo sin reloj, esta vez más largo. Que nunca desde que conjugamos el plural. Dormir tarde y escuchar las olas del mar, a oscuras, a través de una franja de playa blanca y fina, con nuestras copas de vino. Despertar pronto porque hay prisa. Prisa para seguir en posición horizontal, abrir despacio los ojos, caminarnos la piel con las manos y los labios. Besar tus párpados y encontrarme debajo con tus ojos verdes como el agua de Menorca, licuados, líquidos, transparentes.
Mirarnos y vernos y decidir sin otros planes que lo que nos empuja, en función del lugar, del tiempo, el sol y el calor. Improvisando, en dos minutos, en dos horas. Ahora que necesitamos vacaciones para preparar las siguientes; hoy que queremos desconectar de los trámites y costumbres de cada día; justo cuando queremos hacer tantas cosas y no importa mucho cómo, dónde o cuándo. Mientras referimos agotamiento por diferentes causas totalmente justificadas. Ya nos toca. Por favor.
Azul y verde muerde, me dijo alguien a quién adoré hace tres décadas. Mírame a los ojos: yo no muerdo. Yo hablo con ellos y callo todo lo que parece innecesario decirnos. Porque a veces son mejores los silencios, aunque la tuya sea una de las voces más bonitas que me hayan susurrado nunca al oído, probablemente, y me encante oírte contar historias, aunque tengan todo el sentido del mundo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No serás de l#s que creen que intimido y por eso no comentan nunca, ¿verdad? :) ¡¡Venga!! ¡¡Anímate!!