Quizá precisamente por eso nunca quise reincidir y buscaba todo lo contrario. La distancia, el no compromiso, la volatilidad, lo que sea que se llame la falta de seriedad. Pero lo opuesto. Era por esto por lo que salía paseando hacia el otro extremo, sin prisas, con muchas ganas. En cuanto olía la palabra compromiso. Y también convivencia.
Porque reconstruirme de cabeza a pies, de índice a índice, de pasado a presente, no es muy fácil pero hacerlo contigo lo convierte en algo divertido, por lo menos. Aunque discutamos por el color del sofá o las vistas desde la nueva galería, los ruidos que subirán desde la calle por la noche. Dónde van las plantas o el material de las alfombras.
Es interesante cuando me doy la vuelta sobre mi misma, despacio, observándome desde y hacia afuera, y noto que apenas quedan personas, espacios, rutinas comunes. Solo tú estás ahí, arraigada, instalada. Lo único sólido en un mundo líquido, parafraseándome. Todavía.
Huía de la convivencia precisamente por esto: para no echarte de menos con la inquietud de un animal privado de libertad.
Gracias por estar presente incluso en tus raras ausencias del cada día. Todavía...
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