Las ausencias también cumplen años. Y los vacíos y la nostalgia. Los espacios hueros que van quedando en los árboles familiares. Y todo eso que compartías, lo que eras solo en ese papel. Y los meses se deslizan. Un día, solamente porque sí, han pasado cinco años. De repente y por sorpresa. Porque nadie cuenta los días de las ausencias. O muy poca gente. Alguien, tal vez.
Cinco años sin esa sonrisa abierta que capturó la fotografía, sin ese gesto, su timidez ante una cámara, la mirada muy fija a tus propios ojos, su tono de voz y su forma de interpretar la vida, de aprenderla, transitando a su aire y con universos pequeños, entre libros y gafas, música de piano y largos silencios.
Me han recordado sin quererlo que hace cinco años que ya no está y la verdad es que no quería saberlo para no ponerme triste y hundirme hasta las rodillas de nostalgia...
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