Hay quien pone ilusiones sobre la mesa. Y planes y proyectos. Y cosas que compartir, crear, construir. Y hay quien conjuga plurales y sonrisas que devienen imposibles, forzados y aprietan.
Hay que soltar y recoger la decepción que parece caída de un bolsillo entreabierto de la chaqueta de invierno. Porque comenzó en primavera, como regalo de cumpleaños y el frío se lo lleva, al rincón de pensar lo que es inmutable y lo que ni siquiera un ejército de guerreros adiestrados podrían cambiar.
A veces, tan a menudo, casi siempre, se siembran ilusiones con las ganas y la fuerza de quien disimula que su corazón está entero y nunca lo dañaron, para acabar recogiendo decepciones y reproches como si la vida fuera solo cosa de uno y las injusticias no existieran.
Se aprende a confiar en que el tiempo teñirá de verdad lo sucedido y las miles de palabras cruzadas serán resumidas en una frase fría y breve, dicha del tirón y sin grandes sentimientos, ni separados ni encontrados. Me dejó. O la dejé. Siendo generosos, un nos dejamos. Porque después de algún tiempo se pueden reconocer heridas sin que importe apenas nada. Entre sollozos...