viernes, 28 de febrero de 2020

Miles de películas...

Hace siglos que uso el aparato de televisión como radio. Como si no tuviera altavoces para el espotifai o aparato de música. Hay días que empiezo cinco películas de plataformas a la carta y es imposible pasar del minuto diez. O gritan y se matan o susurran durante hora y media porque se esconden de los vecinos que quieren delatarles en pleno 1936. Empiezo en V.O. pero el inglés es como galés o australiano o van muy deprisa. Paso al castellano y el doblaje es tremendo y en ese punto ya me desconecto y comienzo a buscar la siguiente peli. 

Me interesan temáticas de manera excepcional y no en genérico. A veces ni eso y por eso voy de peli en peli (para tirar cuando me toca) y rápidamente apago decepcionada (sentimiento recurrente en el último año de mi vida) por no haber sido capaz de encontrar algo mínimamente interesante a lo que asirme y desconectar de este silencio entrecortado solo por mis acúfenos...

jueves, 20 de febrero de 2020

Sí, quiero...

He tenido la suerte o la desgracia de ser la pequeña de una gran familia numerosa (eso sucedió antes de que el mundo se hiciera pedazos). Pero podía haberme pasado igual siendo la única mujer, el hijo sandwich, la mayor o la hija única. Indudable que la infancia y el entorno en el que se desarrolla es crucial. Pero también lo son la genética y la predisposición. Y hasta el aire que respiras y los paisajes que observas de niña. En algún momento me llegué a saber los porcentajes de cada uno de esos elementos pero, francamente, los borré. Como a tantas personas y recuerdos, por ejemplo.

Decía todo eso, antes de que se me fueran los dedos a sobrevolar el teclado sin dirección, porque hace días que pienso en un aprendizaje que alguien me regaló hace años y que, visto en perspectiva, ahora, adquiere una importancia impensable.

Fui una persona caprichosa que en la adolescencia y la juventud jugueteó con sentimientos propios y ajenos, provocando y padeciendo celos, tirando y aflojando relaciones, comenzando y acabando a voluntad, sufriendo a veces y deduzco que haciendo sufrir. Eso que ahora sé totalmente insano y hasta inadmisible era mi moneda de cambio. Vergüenza siento ahora al recordarlo. Tanta como gratitud con la maestra que, de un golpe seco en la nuca (es un símil, calma), me sacó de ese bucle enfermizo que, deduzco, podía venir de mi modo de interactuar con mi ascendiente materno. Con toda probabilidad. Tenía que esforzarme mucho entre tanta gente en casa para que me prestara atención y demostrara que me quería.

Decía, de nuevo, que recuerdo haber iniciado una relación a distancia (una de tantas... pero la importante, básicamente) y en mi soberbia supongo que decidiría tratarla como a las anteriores (relaciones). Para mi, la anormalidad era normal. Para ella no.

Y decidió hacerme saber, de algún modo directo pero sutil, que esos juegos inmaduros de criatura malcriada no funcionaban con ella. Y verbalizó en un frente a frente lo que no le gustaba, lo que no quería, lo que no esperaba ni de mi ni de nadie, ni de su compañera en la vida ni de su amor. No puedo recordar los detalles (me perdonaréis pero tengo la mente ocupada en otras cosas) pero voy a concluir el relato diciendo que me enseñó que mi forma de ser (en aquél momento) no era de recibo y que, fácil, había que elegir. Muy fácil. 

Si quería estar con ella, tendría que comprometerme a no más juegos, a estabilidad emocional, a un cierto compromiso (atrás Satanás!!! qué palabra horrible para mí...!), a ser seria en mis promesas, a avanzar hasta dónde nos llevaran la vida, mis descendientes, nuestros ascendientes y los kilómetros que nos separaban.

Respondí que sí. Me formateé. Me hice adulta emocional y nunca más jugué a que la cuerda se podía estirar a límites arriesgados. Si estaba implicada en la relación, lo estaba. Si quería terminarla, no había más que decirlo. Y así nos relacionamos durante muchos años. Y nunca podré agradecérselo lo suficiente...

miércoles, 19 de febrero de 2020

Cierta liberación...

Los días se deslizan lentos, cargados, como a plomo. Y me siento sedal y caña de pescar y anzuelo, que se hunde. Se suman [los días] para formar semanas y en breve se cumplirá el mes, por ejemplo. De cuando el destierro, la expatriación y la expulsión, del cambio, la sorpresa y la decepción. Pena. Enfado. Frustración. Muchas cosas que leo en libros de autoayuda barata de magufos de moda que se hinchan a vender libros repletos de frases hechas. Hablan de vacío, duelo, culpa, tiempo. Y hasta de cómo sobrevivir a todo eso y a la soledad. Y voy trazando planes, miro hacia delante, respiro pequeñas bocanadas y doy pasos breves, cortos, cerca, a medio gas. Y avanzo, de algún modo...

Un saludo cordial...

Como antes. Hay cosas que vuelven a ser. Y redacto textos con la mente mientras camino esta ciudad, concentrada. Luego no recuerdo nada porque mi memoria a corto es así, precisamente: muy corta. Como yo. No recuerdo ni el nombre de las personas nuevas, aún sabiendo lo importante que ese dato es para cada uno de nosotros y la rabia odiosa que me da que confundan el mío. Cosas de mi ascendente femenina y su numerosa descendencia del mismo sexo. Y el caos [también emocional] que ese detalle nos causó a todos. Y así me fue, ayer, por ejemplo, cuando treinta y cinco mujeres [sí: 35!] se presentaron con nombres propios. Bueno, ya advertí que no pensaba esforzarme y que me disculpaba de antemano por los errores. Pues no! Acerté justo con la que decidió retarme. [Era fácil: embellecía el lugar. Cómo olvidarla a ella, justamente?].

Y así, hay cosas que están regresando. Como la rutina de venir aquí cada día. Siempre tuvo efectos terapéuticos escucharme, leerme, exponerme en el anonimato. Y eso que nunca moví un dedo para que viniera mucha gente, por eso: porque es bastante mío, para mí. Y para las cuatro almas que volvéis de manera regular y silenciosa. Un saludo, queridas...!!

martes, 18 de febrero de 2020

Algunas veces...

A veces, alguna vez, se anegan las cuencas de los ojos y se entrecorta la mecánica que permite llenar los pulmones. Visión borrosa, sudoración en algunos puntos del cuerpo, movimientos rápidos y sin sentido. Imposible pronunciar una palabra, al menos yo me desenredo mejor los nudos del pelo que los de la garganta, que me salen dobles, de seguridad náutica. Alrededor: oscuridad. Hacia delante: incertidumbre. Pensamientos de muerte, de fracaso, inseguridad y derrota. Te ocupas los tiempos muertos con cualquier cosa y se dan paseos infinitos, como si quisieras llegar a Grecia por tierra y mar, del tirón, sin parar. Se come porque no hay otra.

Algunas veces el esfuerzo por encontrar aquello que te devuelva la esencia, lo que pueda servir de aliciente, traer de nuevo la sonrisa (ni siquiera pienso en una carcajada, claro) y permita mutar la mueca horizontal que llevas vestida entre la nariz y la barbilla desde hace ya demasiado. Negocias contigo misma con lo más material (un bolso? Un reloj? Algo que tenga ruedas y no contamine?...) y te regalas lo más espiritual que se te presenta. Vale, pues me retiraré, me darán de comer cosas buenas, me quitarán el alcohol y harán que me mueva en lugares dónde no hay nadie Se ocuparán de mi. Y de M. Que se viene conmigo...

sábado, 15 de febrero de 2020

Recomenzándome...

Empiezo a reconocer los procesos. Me está costando, como siempre y porque hacía tiempo que no lo sentía igual. Mucho tiempo, a decir verdad. Este vacío, la falta de ganas, el ostracismo de querer estar encerrada en casa. Cada cosa que hago y las que dejo de hacer siguen un camino que ahora no veo. No pienso. No planeo. Es más, estoy asustada y no me atrevo a tomar decisiones. No me siento fuerte, ergo me noto muy frágil.

Voy del enfado a la tristeza. Poco me muevo de esos dos extremos. Intento entenderlos, cada uno, por separado. Y procuro aplacar el ego, que siempre acaba perdiendo en estos casos. Y el orgullo, también lo retengo un poco. Pero mal. Nada de eso aplicaría ahora. Ni ego ni orgullo. No ahora ni hoy. Lamo mi autoestima como puedo. Y creo que no sé hacerlo muy bien porque sigue ahí, hundida.

Intento recordar que este proceso particular tiene una duración corta, que puedo reponerme rápido, que todo habrá pasado pronto y que volveré a tener fuerza, podré tomar decisiones, ver las cosas con claridad y empezar el olvido. Me veo en el pasado y sé que fue así y lo volverá a ser. Porque cuestionarse las bases de la vida es difícil y pasa factura y arrasa. Pero después se renace. No tengo idea de si recomenzaré más o menos yo, todavía...

Euphoria...

Adoro marcharme. Y me encanta volver. Aunque tenga que disimulármelo. A veces (como ésta vez) no regresaría y de hecho en el avión intenté negociarme a mi misma para convencerme de que tenía una lista larga de motivos. Conste que no hubiera vuelto.

Pero, ya que estamos, me encanta haber vuelto, provisional, planeando los siguientes viajes: lejos, cerca, por obligación, por pasión. Alguien me preguntó si existía alguien a quien no le gustara viajar... Pero muy seria. Y yo con la euforia de recontactar con quien de verdad necesitaba conexión.

Casi tan seria lo dijo como quien me ha preguntado si en mi opinión un determinado comportamiento era correcto. O normal. No recuerdo. Sería el caso de alguien que, a los pocos días de conocerla, le habló de matrimonio. Y muy pronto dejó el cepillo de dientes y algo de ropa en su casa. Y se refería siempre al destino, a compartir vida hasta el final, de cuidarse. Pero de pronto, a la primera adversidad, corta toda relación. 

Le dije que no. Que sonaba a inmadurez.

Hay quien vive en una farsa. Como aquella que, tras una intensa vida entre mujeres, de pronto recuerda que lo cómodo es lo hetero y que mejor regresa de dónde vino. A una relación con un hombre. Y esta vez me pregunto yo si hay valor para contar todo el pasado y quedar desnuda. O si se calla eso para siempre, condenando la relación a la opacidad de los sentimientos y la propia esencia.

Les deseo suerte a todas las implicadas. Les va a hacer falta...!

viernes, 14 de febrero de 2020

Invierno, de nuevo...

Y toca limpieza. De contactos en las diferentes redes. De relaciones estériles. Influencias tóxicas. Y presencias irrelevantes. También vaciaré agenda de gentes interesadas en relaciones de una sola dirección. Incluso de aquellos que no han sabido notar que eran necesarios y no estuvieron cuando se les echó de menos. Esos personajes, esa raza... Si. También borraré a los que no han aprendido que todos necesitamos sentirnos amados. A quien no pensó más allá de sus necesidades y aún no ha llegado a estudiar nada de la F de felicidad. O de la G de generosidad. Desaparecerán de mi horizonte los egoístas, irrelevantes, aburridos y maleducados. Limpiaré mi vida y la prepararé para la primavera. No veo el momento de que vuelva a ser mayo y me encuentre con la agenda vacía, sola y renovada...

miércoles, 12 de febrero de 2020

Concluyo...

Que es muy inútil seguir construyendo sueños que nunca llegan porque me los cambian rápido. Voy a dejar de compartirlos, así me hago con el control y su gestión. Es evidente que estar pendiente de otros tiene riesgos que ya no tengo intención de asumir. Vía libre.

También concluyo que a quién le vaya a corresponder quitarme lo bailao va a tener trabajo. Esto empieza a acumulárseme. Cosa de la edad y su correspondiente transparencia, asumo. Es cinismo, sí.

Todo parecía cambiado y muerto pero sin embargo...

domingo, 9 de febrero de 2020

Apuntes de acá...

Aquí las parejas heterosexuales no pegan. Son de contrastes extraños. Un bajito con una mujer muy alta, otro elegante con alguien más vulgar, ella arregladísima y él en playeras. Son sorprendentes, la mayoría. Aún no he encontrado a nadie que no adore el dulce de leche, el mate y el asado. Son abiertos y angloparlantes, tienen acento dulce aunque no quieran y saben vivir en la incertidumbre dedicándose a lo que haga falta. Y se tatúan. Mucho.

Son solo unas notas para no olvidar, llenas de tópicos y bastante inútiles pero en días como éste suele suceder que se me mueven los pensamientos, se me despiertan los dedos y las ganas de escribir, como siempre en modo automático, sin preparación previa ni guión. Ni nada. Abro la nueva entrada, veo la pantalla en blanco apagado y comienzo a pulsar letras, que se van sumando (como diría Lareth...).

En realidad tengo mucho que decir, pero aún discurre ahí arriba, en forma de relato, a partir de cosas que veo, con quien hablo, lo que escucho y algunos recuerdos. Saldrá, lo sé. Y será bello...

sábado, 8 de febrero de 2020

Un poco de resumen...

Borracha de sensaciones y primeras veces, me doy cuenta de que todas las búsquedas llevan al mismo lugar: compartir y compañía. Son el denominador común de nuestra infancia, lo que nos mueve a encontrar y nos empuja a salir ahí afuera.

Me desenvuelvo mejor de lo esperado [siempre fui una optimista contrariada] y me concentro bien en lo que tengo entre manos para no caer en la trampa de chapotear en el barro del pasado o soñar como una niña en lo que ha de venir.

Hago planes, sin más. Me concentro en lo que me apetece de verdad y no espero ni me entretengo porque ya no quiero distraerme del objetivo final. Y camino por lugares nuevos, hablo poco, sonrío mucho pero apenas río, me tocan a cambio de una contraprestación económica y me tonifico. Cuido lo que como porque lo dice la ayurveda: no tengo otro lugar en el que vivir. Sigo sorprendida el cumplimiento de la mayoría de las predicciones anuales y veo con inquietud no disimulada que se acerca una nueva cita, lo que significa que se cierra una etapa de 365 días de nuevo.

Adoro cómo hablan y cómo piensan. Es inevitable que me atrapen otras maneras de vivir...

jueves, 6 de febrero de 2020

Hemisferios y diferencias breves...

Aquí anochece después, hace calor y es otra estación. Los espacios son muy grandes y van algo después en determinados avances. Viven despacio y hablan con desgana, arrastrando sílabas, vocalizando poco y son más dulces, se apoyan en muletas muy tópicas. Hablan displicentes, perdonando. 

El sol quema intenso, la gente me mira a los ojos y la comida es muy real. Los horizontes quedan lejos y las nubes son marcadas y ampulosas, exageradas. Los niños juegan con cualquier cosa en la calle y a veces familias de tres se desplazan en un ciclomotor. Hay pobreza y no consideran la higiene una prioridad.

Una se puede acostumbrar a las sonrisas y a preguntas cándidas. A todos nos gusta que nos amen, al fin y al cabo...