sábado, 14 de marzo de 2020

Confinamientos...

A mi estar en casa me gusta. Mucho. Desde casi siempre. A veces porque huía de mis compañías, que tenían menos peso del que habría deseado. Y por eso mismo no las deseaba. Físicamente, quiero decir. Otras veces porque me permitía estar con mis descendientes y conmigo, también.

Me cuesta horrores comprender a quienes no saben estar solos y tampoco en sus casas. Es crucial estar bien contigo misma para dedicarse a los demás. Luego sucede que vas de cama en cama, de brazo en brazo, de ideal en ideal. Y no puedes gustar porque repeles, empujas y apartas. Horrible. Y suelen no entender nada, por supuesto. Y la autocrítica es inexistente. Hombreporfavor.

El confinamiento, por tanto, está siendo de momento un regalo para mí. Tiempo. Para mí misma, para lo que quiero, para leer, escribir, pensar mucho, informarme, participar con opinión y voz, soñar en la siguiente escapada lejos, súper lejos, o súper cerca, olvidar los billetes perdidos por fuerza mayor, sonreír y visionar visualizando nuevos escenarios desconocidos. También esto pasará. Naturalmente.

Pienso en los irresponsables que se creen inmunes, en los estúpidos que juegan al “estonovaconmigo” y no colaboro. Los que no conocen el significado de la palabra imprescindible. Me refiero a la potestad de moverse estos días, por supuesto. Ellos son absolutamente prescindibles. En mi vida, al menos. El número de imbéciles es infinito y a mi me toca conocer a algunos. Una desgracia. Y a esos no les cambia nadie. Versos libres. Protones sueltos. Mis malos deseos para ellos. Y mis arcadas...

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