Sí. A un palmo de la cara, de los dedos del pie después de dar un paso, de la vista. Así son ahora los planes, además de tímidos, seleccionados y asustadizos. No existen los proyectos a largo ni los viajes en cartera ni, me atrevo a soltarlo, las ilusiones.
A veces creímos que las pequeñas cosas llenarían el desasosiego, que valoraríamos decir y escuchar palabras cariñosas, que nos tocaríamos con consciencia y nos regalaríamos abrazos un poco a destiempo. Y a mi no me está funcionando así. Tampoco es que me esfuerce. Por eso, por nada.
El agujero es como un zenote o un cráter o de la medida del Mar de la Tranquilidad, muy probablemente. Azul cobalto casi negro, azul petróleo, con aguas brillantes y destellos. Profundo, desconocido, un poco ingobernable. Hablo ahora de mi desasosiego.
Pero, como en los diagramas, todo va a empezar a subir ahora, a dar alegrías, a empujarnos al optimismo, a las ganas, a los planes. Me he propuesto reflexionar sobre ello, dedicarme tiempo, instalarme en el silencio y trazar mi plan. No tengo idea. Sólo sé que será a corto...
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