La expresión “lugares comunes” me parece muy forzada, me repele y no suelo usarla y, sin embargo, hoy me visita con la fuerza de un huracán, ahora que muevo el codo izquierdo y el dolor me inmoviliza.
Hace algunos veranos que me acompaña una cicatriz en la pierna izquierda, bajo la rodilla, vertical. Consecuencia de una caída que me detuvo y me reinició, drástica, dramáticamente. Esa caída marcó el final de una etapa, fue una decisión, un después de.
Hoy la herida es en la palma de la mano, también izquierda y es pronto para saber qué puede significar. De momento, me produce pavor la coincidencia de la propia caída y la fecha en la que se priduce y la simbología añadida de la caída. A pesar de estar alerta. Aunque me hubieran advertido. Pero hay tantas cosas que nunca cambian, verdad?
Es cierto que hay similitudes en las épocas, en las señales, en las ganas de arrancar y avanzar. También en la tristeza, el desconcierto y la desorientación o falta de rumbo. Otra vez esa tremenda sensación de ser una res nullius de manual. Sin poder evitarlo, sin saber cambiarlo. Otra vez. Como si fuera nueva y esto no sonara a repetido, a déjà vu.
Justamente ahora que, observando el cielo cruzado de estrellas fugaces, ni siquiera recuerdo que es posible pedir un deseo...
N.B.: anoto brevemente aquí que hoy, a las 21:00, se han cumplido cuatro años desde que comenzaras a irte, fulminada, irreversiblemente, en este mismo lugar. Y eso, por fuerza, lo recuerdo intensamente.
Quis egomet sum? Esa es la pregunta.
ResponderEliminarY la respuesta? Egomet ipse.
La herida griega, Sil. No se me olvida.