martes, 15 de septiembre de 2020

Una canción cualquiera en un lugar oscuro...

El poder de la música, ¿verdad?

Una salita estrecha y larga, oscura, sin entrada de luz natural, decoración asiática, aromas del aceite lemon grass y una melodía básica, neutra, sin letra, para dejarse caer a la nada sin distracciones. Después de tocarme brevemente, como pidiendo permiso y avisando sutilmente de que empezaba el contacto físico conmigo, comienzan a moverse sus manos por mi cuerpo, más fuerte de lo esperado vista su constitución menuda. Entro completamente y me abandono porque esa es, probablemente, mi mejor manera de salir de mi misma y concentrarme en lo que perciben todos mis sentidos.

Podemos llamarle serendipia pero voy a preferir la palabra casualidad. Porque hay miles de millones de melodías en el mundo, que se reproducen constantemente en todos los lugares, y el azar me regaló precisamente una, que fue mi mantra, mi banda sonora, mi canción, uno de los veranos más complejos y trascendentales de la totalidad de todos mis veranos. Y triste.

Tardé en asociar las sensaciones involuntarias de mi cuerpo [inquietud, estado de alerta, fragilidad...] con la música, hasta que me sonreí, cabeza abajo, reconociendo todo: la intranquilidad, la hipersensibilidad, el par de lágrimas que se habían deslizado directamente hacia la parte baja de mi frente, allí dónde comienza la nariz. Todo. Ese lugar, la luz, el olor a mar, el recuerdo del viento en la cara y el pelo despeinado, casi enredado, ser minúscula en un mundo tan enorme y bello y azul y líquido, la soledad física de estar ahí sin nadie más.

Me sonreí, finalmente. El recuerdo de ese entonces ha pasado a ser un lugar bonito, a pesar de todo. Y eso es buena señal. Como cuando aprendes que lo contrario del amor no es el odio, si no la indiferencia. Y cuando un recuerdo deja de doler es que todo está bien y en su lugar, ordenado, aunque a veces nos invadan nostalgias irrefrenables e ingobernables que pueden no ser más que un momento de debilidad al que es mejor enfrentarse. Ha pasado tanto tiempo ya que nada tiene el sentido que tuvo y todo se diluyó en eso, un recuerdo.

Todo está tan bien que, de hecho, esa lista de spotify está sonando ahora mismo en este salón, mis revoluciones están bajas y yo me sigo sonriendo, llena de paz y de satisfacción, como dijo aquél...

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