lunes, 5 de octubre de 2020

A vueltas con eso de amar bien...

Yo cuento muy mal los tiempos. Y eso hace que no recuerde cuándo fue que me dí cuenta de que era una malquerida y comprendí que no sabía querer bien.

No importa mucho el cuándo [aunque se me está haciendo eterno, la verdad] pero sí sé que comencé una búsqueda que aún no ha acabado. Búsqueda de respuestas, para entender.

Me encontré, por ejemplo, con Joan Garriga (demasiado gestáltico para mi gusto), que dice que "el buen amor se reconoce porque en él somos exactamente como somos y dejamos que el otro sea exactamente como es, porque se orienta hacia el presente y hacia lo que está por venir en lugar de atarnos al pasado y sobre todo porque produce bienestar y realización".

Él mismo relaciona las cinco condiciones para el bienestar de la pareja, de Swami Prajnanpad, un sabio hindú:

- que sea fácil, cómodo, natural, que fluya sin demasiado esfuerzo,

- que se trate de dos naturalezas no demasiado incompatibles, no demasiado diferentes,

- que los miembros de la pareja sean verdaderos compañeros, se sientan acompañados porque el otro es un amigo y la amistad no se desgasta con el paso de los años,

- tener fe y confianza plena en el otro, la convicción de que no nos va a dañar porque quiere nuestro bien y

- desear por encima de todo que el otro esté bien, incluso sobre nuestros miedos o carencias.

Define el amor maduro como el que busca la compañía, el compartir y el cuidado, y goza de tranquilidad. Desde un mayor entendimiento, comprensión y respeto.

En el buen amor, prosigue, nos sentimos reales, abiertos, respetuosos y somos más y más felices. está basado en el orden, el equilibrio, en la mirada dirigida a la vida. Es una relación entre adultos bien sostenidos en sí mismos y en su historia familiar, que han podido curar sus heridas. El mal amor es justo lo contrario: las complicaciones y los juegos psicológicos.

Y con todas estas palabras...

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