Ni siquiera forma parte de mi lista de destinos pendientes y, sin embargo, en cuanto lo oí ayer comenzó el sueño.
De ahí salté a otros lugares probablemente más lejanos, ahora que sé que hay sitios a 17.000 kms de esta mesa, silla, paredes, pasillo, calle, barrio, ciudad, país y continente.
Me alejo cerrando los ojos, de aquí, ahora que soy capaz de renegar de alguna de mis otras vidas, de mi misma. Ahora que me doy cuenta de la interminable lista de errores cometidos, desde la elección de las compañías al inexistente proyecto de vida.
Ahora sé que la vida hay que proyectarla, diseñarla, visualizarla... Nada de improvisarla, como siempre. Dejarme llevar y arrastrar hacia lugares a los que nunca quise ir, dejando de visitar los que sí tengo en la lista.
No me reconozco, ni me identifico, ni me cuadra con lo que alguna vez soñé ser de mayor. Es por eso que no me gusta mirar atrás. Y es por eso que duele tanto cuando, sin querer, lo hago...
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