Creo que dormías, tumbada sobre tu lado izquierdo, con la mejilla apoyada en mi hombro derecho. Quizá sólo dormitases un domingo de otoño, a oscuras, sin prisas por despertar.
Tumbada boca arriba era imposible ver el techo del dormitorio, que adivinaba. Sin moverme para no interrumpir tu descanso, solo escuchaba.
Respiras como el mar; como las series de olas al amanecer, cuando el agua parece redonda y suave, de colores, y rompe sobre la arena de la playa...
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