Con las lunas llenas parece que se potencian los sentimientos y te das cuenta de que cambian las necesidades, la dinámica de la vida y los planes que guardabas en el bolsillo interior del abrigo, ahora que esperamos la llegada del frío.
Se supone que arrojamos a borbotones, como si escupiéramos, lo que nos ronda, nos duele, nos desconcierta, nos desdibuja y nos borra. Por impulso. Te quedas desnuda, vacía, sin perfil.
A mi la sensación que se me ha instalado en las vértebras es que todo lo que ha pasado está teniendo un impacto psicológico muy profundo y, siguiendo en shock, disimulamos, caminando de puntillas y mirando, nerviosos, a ambos lados, sin criterio. Sin ser capaces de calcular las consecuencias a las que nos vamos a enfrentar, irremediablemente.
Con esta luna enorme y bellísima que no pude ver sobre el mar, parece que exteriorizamos lo que tenemos en la cabeza, lo que queremos cambiar; sin mucho pensar en las consecuencias, añado yo a lo que dicen los expertos en la materia.
Sin embargo, la luna nueva, que llega en momentos de desarraigo y de colapso, es un renacimiento y una apertura, esperanza. Así que también parece que, a pesar de todo, son buenas noticias. Bastará con ser un poco más paciente, sólo unas semanas.
Sé que hay días en los que no procede, por cien mil razones, sentarse a escribir una nueva entrada en este estado. Como hoy. Mis disculpas más sinceras y avergonzadas...
Yo creo que si creemos que tenemos que decir algo, hay que hacerlo aunque sea en el peor de los estados. A mi modo de ver eso confiere autenticidad, y aunque que a lo mejor esa palabra importe una mierda en la pútrida blogosfera, no es algo por lo que se debiera pedir disculpas. Primero escribamos por nosotros. El resto vendrá solo de una forma u otra.
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