Tenía planes. Y cosas que compartir. De presente y también habiendo creado algún pasado, humilde y sin ambiciones, cercano y próximo (como los parientes), de futuro, planeado cosas venideras y soñado lugares que pisar, observar, oler y respirar.
Cuando alguien comparte, ya se sabe, suceden esas cosas: se dejan otras en los caminos, te desnudan, te abandonas y tienes vértigo a los miedos y pánico a las distancias, los silencios, a todos los vacíos, hasta a las alturas.
De nuevo regresa todo lo que hubo antes de. Lo que quisiste olvidar cerrando muy fuerte los ojos, marcando arrugas y apretando los dos puños, que descansan sobre la mesa. Encima de ellos, tu cabeza muerta, deshabitada, desordenada, huera.
Apenas recuerdas la forma en la que hacías cosas tan complejas como despertar y encontrar las ganas de salir de la cama para enfrentarte a la Vida, disimular el desinterés, imaginar que alguien cocina unos huevos pochés o una crema de verduras (con mucha calabaza, como la Cenicienta!), que te recuerden y te llamen, que la noche sobrevenga pronto. Y con ella el sueño, nuevamente.
A veces lo cotidiano resulta imposible, cierto...?
A veces volver a lo cotidiano despues de...es la meta a conseguir...pero el tiempo marca y vuelves a pensar en planes futuros...reales y quizas mas factibles
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