Sé que los tengo. Pero no suelo recordarlos.
Excepto hoy.
Anoche sí.
Uno de mis sobrinos aparecía en la casa de campo. La de las disputas y los litigios. Dónde me encontraba con gente indeterminada en número e identidad.
Mi hermana favorita estaba conmigo. Coprotagonizaba la escena.
Mi sobrino había llegado reclamando la urna con las cenizas de su madre. De nuestra hermana.
Así, sin avisar. He usado el verbo reclamar.
Recuerdo que se discutía un rato y yo callaba indignada. Hasta que reaccionaba con furia y, arrancando con la mano derecha el típico cobertor de los brazos de un sillón orejero tapizado en verduras ocres y verdes, alzaba la voz diciendo que era imposible que estuvieran ahí.
Porque nunca habían estado. Porque ellos ni siquiera nos contaron cuándo se produjo la muerte, cuándo la incineración, cuándo y dónde habían esparcido las cenizas.
Ni siquiera nos dejaron cuidarla, despedirnos, besarla. Saber dónde ir a buscarla…
Lloraba en mi sueño. Al despertar. Y ahora.
Los duelos mal gestionados tienen una cosa en común: son largos…
Absolutamente de acuerdo..los duelos mal gestionados se hacen eternos...interminables..no ves la salida..hasta q un dia te levantas y empiwzas a pensar...un dia menos..es cuestion de tiempo y paciencia...y empiezas a ver esa luz al fondo del.tunel...
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