Quizá la lista sería larga. Lo cierto es que nunca la he hecho, ni siquiera mentalmente. Pero hay vínculos intensos, motivos y razones que nos retienen, que me unen y me mantienen atada al compromiso. Implícito, diría yo. Que si lo voceamos me asusta incluso la palabra.
Pero hay un momento especial, en el que la comunión es más intensa.
Y es que me gustas con los ojos cerrados, cuando cierro los ojos y te adivino, los labios se deslizan sobre los míos, en la humedad justa, las manos nos recorren a tientas, muy despacio.
Entretenernos, teniéndonos entre abrazos.
Los dedos jugando lentos entre los rincones de la piel que se confunde: textura, tacto, color, todos coinciden.
Sobreviene el abandono confiado, el sentimiento de que nada puede salir mal y la vida es infinita, porque nunca cambiará el escenario. Y es entonces cuando cerramos los ojos...
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