domingo, 29 de noviembre de 2009

Contradiction...

A ella tampoco le gustaban los domingos por la tarde. Aún no es domingo por la tarde. A mi ahora ya me gustan algunos, pero todos no. Y a ella ninguno. Ya no vive para contarlo ni para sentirlo ni para saberlo.

Y encima llueve o parece que fuera a hacerlo, siguiendo los pronósticos más ajustados. Para el caso, da lo mismo. Sin entrar a valorar la necesidad de que lo haga, a mi no me gusta. Sistemáticamente, me entristece. Dificulta todas las cosas: la circulación, las gestiones, alarga los tiempos, aumenta los nervios. Lo moja todo. No me gusta y no creo que sea necesario entrar en elaboradas justificaciones porque de todos es sabida la incomodidad de la lluvia en ciudad. No digo que en el campo, instalada tras los enormes ventanales de una casa vacía y con la persona amada al alcance de la mano, la cosa podría ser distinta. Pero hoy, al menos, no es el caso.

Y la coincidencia de los conceptos de los que hablan los dos párrafos anteriores [a saber, domingo y lluvia] es mucho peor, por lógica, que cada uno independientemente.

Así que hoy, a pesar de la grandeza de la jornada futbolística, me temo que va a ser, como mínimo, lento... Aunque me guste...

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