miércoles, 4 de noviembre de 2009

Solitudine... tan temida...

Como un puñal en acción alevosa, una traición servida en frío. Como una venganza medida o una maldición inesperada. Por la espalda, trapera, sin avisar, irrumpiendo alegrías. Así acabó la jornada, con decepciones a pares y lágrimas y horizontalidad en solitario y a solas. Llegó y se llevó mi sonrisa y todos los esfuerzos por mantener el equilibrio. Esos que no se notan desde fuera pero que dentro obligan a ser una sobremujer (súper y supra también, claro).

Nada que vaya a recordar dentro de cinco años, vamos. Que tengo tan mala memoria...

El ramo de flores llegó hoy, con unas horas de retraso, cierta dosis de ilusión y las disculpas escritas en letras cuidadosamente diseñadas. Preciosos, ambos. Preciosos.

Y el dolor de barriga llegó vía teléfono, a unos cincuenta kilómetros de aqui, manifestando dolores llenos de lágrimas y añoranzas. Conmovedor, sin duda.

Todo bien. Gracias...

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