Bien, el óvulo maldito debe haber recorrido ya casi la totalidad de su camino y parece que vuelvo a la normalidad, despacio, que recupero un poco mi ser. Es de destacar que en éstos últimos tiempos acuso un bajón intenso durante un par de días y cada mes, coincidiendo con mi fase de eliminadora compulsiva del óvulo. No consigo acostumbrarme y cada vez me pilla por sorpresa, como si fuera nueva en la materia.
Lo peor son, sin duda, los daños colaterales y mi forma de arrasar el entorno, gratuitamente, con fuerza nueve en cualquiera de las escalas que regulan tsunamis, terremotos y demás catástrofes. Sigo oyendo eso tan familiar de que engancho, como el pegamento, a pesar de que esté sintiendo que conviene un urgente cambio de aires (oxígeno, nitrógeno y argón, como cantaba Ana). Y no me importa pero tampoco me estremece. Qué más da (pronúnciese sin interrogantes, con voz cansada, como arrastrando las vocales, al descuido).
Dame razones y argumentos, explicaciones y disculpas. Por favor. Mi lista de reproches tiene ya cuatro bullet points y estoy que me muero de ganas de contártelos, para que puedas reirte de mi... Venga...
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