Una sensación pegajosa, como de suciedad, que no se desprende. He intentado recluirme, esconderme y callar. No he conseguido sentirme sola. Pero tengo un sentimiento de impar que no acabo de comprender, que no se entiende. Fabulo imaginándome a solas en esa casa enorme, ante el hogar encendido, subiendo leña húmeda, comiendo fácil y sin mantel, durmiendo encerrada y con muchas mantas, paseando brevemente entre el frío y los campos de los vecinos. Me imagino y me proyecto y no me veo bien. Lo intento otra vez viéndome frente a la tele pero esa imagen es ciencia ficción y busco otra. Quizá estrenando el dvd de la nueva tv y escuchando algo que signifique, un libro entre las manos, sobre el regazo, los porticones abiertos aún a miedia tarde. Y siento frio. Y no me gusta reconocer que también siento soledad, esa que he comenzado a tratar para familiarizarme, para conocernos, para tutearla. Una nunca sabe en qué momento van a sorprenderla y ya no me gusta ser pillada en un renuncio, en falso, con el paso cambiado, por sorpresa. Ayer te releí, en esta misma pantalla, y pude reconocernos con el alma llena de pena... Y eso ha sido una de las razones de mi entrada en este pozo oscuro que no sé escalar. Resbalo...
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