Hoy vengo a repetir que a mi la vida tiene por costumbre darme puñetazos de suerte, porque los golpes son insuficientes para cuantificar la magnitud de los hechos. Y hoy ha sucedido de nuevo, en un contexto inesperado por lo que podría ser tomado como un milagro. Y es que cuando son los jueces quienes deben tomar decisiones, es en escasas ocasiones en las que la sorpresa es grata. Y hoy ha venido a ser como la sublimación del optimismo, sucediendo el mejor de los escenarios contemplados mientras andábamos haciendo cábalas durante años, largos.
Y el hecho viene a sumarse a una racha -igual de extensa en el tiempo- de la que vengo hablando de vez en cuando aqui [no hay que abundar en la felicidad que me consta que no es grato] y me tiene colocada en el punto de mira de sonrisas y llamadas a las que, lo reconozco, tampoco he aprendido a acostumbrarme.
Y es que vivir es una actividad fantástica a la que no tengo previsto renunciar hasta que se me pasen las ganas, por lo menos...
Ante la felicidad nada se puede decir. Sólo una profunda inclinación de admiración y respeto.
ResponderEliminarUn beso, sparkling. Me alegro.