lunes, 7 de noviembre de 2011

Suerte que soy feliz...

De alguna manera he extrañado este lugar, a pesar de todo. Son esas rutinas que a veces intentas evitar y se hace difícil. De la misma manera que he estado alejándome de esos encuentros más o menos periódicos con esas amigas del cole con las que cada vez me resulta más complicado encontrar un punto en común. Son vidas diferentes, proyectos absolutamente distintos [en caso que alguna los tenga, bien pensado]. Sucede que algunas compiten [en solitario, incluso, porque tiendo a no enfrentarme ni siquiera de manera inconsciente y es por ello que me reservo], otras parecen caer al vacío en una situación prevista y anunciada, otras están a enorme distancia de esas tonterías e incluso hay una que ya no comparece, a la que apenas mencionamos aunque creo que en silencio y a nuestra manera la recordamos todas. Una evita estos encuentros, una vez pasa el tiempo, por varias razones y en mis circunstancias y es que una de las primeras e inevitables preguntas es la del novio, todas tan estables en sus matrimonios grises. La segunda es que sus expresiones, la piel, el tinte y los incipientes códigos de barras que descubrí con horror hace unos días me recuerdan quién soy y todo aquello que olvido. Una extraña razón hace que no quiera contar ni siquiera aquello que podría lo que produce un efecto poco deseado como es que ellas se lancen a soñar libremente con la vida que llevo, llena de viajes y personas y trabajos interesantes, que se retroalimentan a medida que se suceden mis excusas a sus convocatorias, hasta extremos que hacen sospechar que las [vidas] suyas son mucho más que mediocres. Suerte que, a pesar de todo, a veces una de ellas me felicita por verme tan bien. Y eso a pesar de no haber podido "rehacer" mi vida, que a estas alturas debería estar destrozada, por lo menos...

1 comentario:

  1. Rehacer una vida destrozádamente feliz.
    Siempre nos la apañamos para sentirnos inferiores en algo, supongo que es por el afán de alcanzar lo que no es necesario...
    La verdadera felicidad vive a las 4:44 de cualquier madrugada de invierno, caminado de vuelta a casa y notas el frío curtiendo tu rosto entre pequeños besos regalados por copos de nieve... cuantas veces caminé por aquella avenida sin saber a donde iba.

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