He cambiado la configuración y ya no pienso en millas. Sé la equivalencia pero soy lenta haciendo cálculos, especialmente con monedas distintas. Siempre tomo un dato como referencia, fácil de operar y así consigo al menos aproximarme a lo que sería el gasto real. Seis mil ciento cincuenta kilómetros de puerta a puerta, o algo así. Suficiente para extrañar su risa en el sofá, repetitiva y relajada en los días que han de venir. A ella le gustan estos domingos tranquilos, pienso mientras preparo la cena. Como le gusta igual estar ahora tumbada a mi lado en el sofá, en paralelo, su cabeza en mi estómago, compartiendo una de esas mantas tan gustosas, de color blanco, mientras ella ve la tele los últimos minutos antes de acostarse y yo repito teclas porque no para de moverse bajo mis brazos. Y no soy rápida, precisamente. A veces necesito años, no me los dan, todo se queda por decir y una regurgita las palabras, los secretos, todos los silencios y la pena. A mi me encantan estos domingos, aunque haya que pensar maleta, combinaciones que no van con lo de viajar ligera de equipaje, chequear agenda y pensar en casi todo lo demás. Me encantan y extrañaré casi cada momento sin que eso signifique que me falta algo. No suelo proclamar que siento que lo tengo todo...
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