En términos relativos y, sobretodo, en los más absolutos, debo optimizar las oportunidades que me ofrecen las áreas de mejora que, a estas alturas, tengo perfectamente identificadas. Así, procede gestionar adecuadamente momentos puntuales que llenan los espacios de mi memoria -escasa- y dejarlos debidamente fotografiados con todas las letras que puedan resultar necesarias, para que sea tan completo, integral y obvio como sea posible. En función de la disponibilidad de los minutos requeridos, he venido haciéndolo, cuando mi vida tenía únicamente tres docenas de compartimentos perfectamente estanqueizados. No ahora, que tiene algunos más y me limito a ir tirando, a veces balones fuera y/o al río, otras veces palabras bonitas, o silencios o solo miradas. El momento en cuestión, dejando dilaciones indeseadas en otros planos que no proceden hoy, lo protagoniza una persona que se me representó, en pocas palabras, alta, serena y más tranquila y abierta de lo que se le suponía, en ambos casos. Sucede que hacía demasiados meses que no revisitaba el retrato mental que me había realizado con el tiempo, con su forma de comunicarse, gracias a sus silencios y sus escasas apariciones, debido a sus reacciones ante mis entradas tímidas e inquietas, como consecuencia de su trayectoria. Ahí me encontré con la sorpresa de ver lo que no has imaginado. Sin ser bueno ni siquiera malo, me recuerda a la frase célebre de que, si ignoras hacia dónde te diriges por falta de objetivos, lo probable es que termines en cualquier otra parte. Una serenidad tranquila de las que secretamente ofrece lecciones de las que hay que aprender. Y eso es lo que se procura, de forma constante...
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