Un día extraño de primavera en el que ha lucido el sol para vengarse de tanto frío y la gente muy joven ha sacado las havayanas del cajón, como hacen lo sislandeses el quince de agosto, a pesar de estar a diez grados y los extranjeros vestir polar. Imposible recordar el nombre del lugar aunque pueda visionar el paseo, la única tienda, el hotel y hasta el edificio donde encontré una magnífica chaqueta azul hecha por y para la gente local, que me arrebató todos los fríos acumulados en dos semanas de vivir entre icebergs y glaciares y los fiordos infinitos. O las casas unifamiliares con un jardín pequeño con un par l tres de árboles y, cuando había niños, un (para nosotros) original artilugio típico de países fríos, consistente en una cama elástica redonda y protegida por redes, usualmente de color azul. O el cementerio y el parque que atravesamos sin ninguna prisa, bajo un suave sol que ni alcanzaba a calentarnos la piel de la cara, entre estanques y una vegetación saludable y abundante. Era la hora de las fotografías bonitas, con la mejor luz del día, cayendo horizontal y resaltando los verdes y los dorados. Sonreías...
.........Magia
ResponderEliminarY no recuerdas el nombre, sparkling?
ResponderEliminarJo...
Un beso.