lunes, 28 de noviembre de 2016

Quieres una vida viva...

Me tumbo en el sofá. Y me cuentas...
 
Que viniste a esta ciudad que te tiene atrapada para siempre, de manera irreversible. Por amor. Un amor visceral e invencible que ha ido languideciendo, como sucede con casi todos los amores. Lo dejaste todo, a todos, hasta el trabajo y te viniste aquí con las maletas cargadas de abrazos, de los besos que os robabais en todos los rincones y calles y espacios de vuestra casa. A todas horas, constantemente. A veces sucede que no puedes despegarte, que es fácil pasar todo un fin de semana entre sábanas, levantándote solo para entrar y salir de la cocina, del cuarto de baño. Poco más. Pero eso sólo sucede excepcionalmente, si hay suerte, un par o tres de veces en la vida. Y se desgastan los codos porque las sábanas no son de seda.
 
Esos tiempos pasan, también a veces, y las rutinas diarias, la vida en sí, pierde la magia. La piel no se eriza cuando la tocan con la yema de un solo dedo, ya no te sobresalta la excitación con un abrazo traicionero y por la espalda, dulce y cuidadoso, como si estuvieran tocando un tesoro, una obra de arte, una pintura frágil. Las miradas solo transmiten calma, la calma muerta de la cama muerta y los días muertos en los que las citas para cenar fuera a solas se convierten en un silencio roto a la fuerza, en un hablar del trabajo, en un caer en la rutina de las discusiones psicológicas de por qué no me miras igual, ya no hacemos el amor, apenas tenemos planes y no compartimos ilusiones, solo obligaciones y no podéis llevar el mismo ritmo de vida ni vas a estar siempre pagando tú... Ya nada es clandestino ni emocionante ni transgresor. Ni nada.
 
Me cuentas que de ese amor loco e irrefrenable de sexo inevitable habéis pasado a tardes de series y manta, a chequear el teléfono a escondidas por si llega un soplo de viento del norte, a mirar atrás mucho más a menudo de lo que sabes que deberías, instaladas en una soledad escondida entre los pliegues de la piel que antes os acariciabais robándoos la noche, el tiempo, el hambre. Y ya no compartís la ducha como antes, con las mismas ganas. No existen masajes con las manos llenas de burbujas por todos los rincones, todos. No han vuelto a fallar las piernas cuando descubriste que de pie también es posible cuando quien te sujeta lo hace con pasión y un amor infinitos, evidentes. Ahora ya no. La duche es un entrar y salir, un alternarse rápido pasándoos la toalla deprisa para no cerrar el agua caliente, mientras os dais ese beso fugaz en la punta de los labios. Un poco por cariño, otro poco por hábito y algo de compromiso, porque eso es lo que se espera de una pareja que vive junta.
 
Ni rastro de las ganas de perder el sentido durante horas, de dejarse sorprender por todos los puntos cardinales y en las posiciones más inesperadas y, por qué no, placenteras. Como cuando cedes a nuevos juegos y te vendan la cara, a plena luz del día, te llenan de besos repartidos arbitrariamente, dulces y sin adivinar, te dan la vuelta y te acarician toda la piel con el pecho, las manos, el pelo y los labios, te piden que te pongas contra la pared, brazos y piernas abiertos y te dejes querer. Fallan las piernas mucho antes de poder terminar algo que te alargan a propósito... 
 
Eso es indescriptible y ya no ha vuelto a suceder desde que os instalasteis en vuestra casa, con todas las cosas vuestras y las ilusiones de la mudanza y de pronto un día advertís que ya solo compartís gastos y responsabilidades por el par de gatos que os regalasteis, y que hoy os limitan los movimientos, os encorsetan, os ahogan un poco pero tienen la suerte de llevarse el amor que no os podéis volver a demostrar con naturalidad y se os escapa a veces de entre los dedos. Porque reinventarse, reintentarse, reconstruirse es no imposible pero sí poco probable. A éstas alturas, ¿quién no lo sabe?
 
Me cuentas que estás así, viviendo de los recuerdos de antes, de los vuestros, también. Que estás en la encrucijada de quererla entrañablemente y saberte ahogada en una relación plana, de la que eres motor, también económico, y te lastra, te retiene, te adormece... Pero la soledad es aterradora y te quedas inmóvil, quieta, como si no te estuvieras dando cuenta del peso de las nostalgias, del miedo a decidir, del dolor de querer una vida viva.
 
Y yo te cuento que la vida está para vivirla y que las decisiones hay que tomarlas pensando en ti, sin prisa y de manera elegante, pero para volver a volar recuperando la esencia de quién realmente deseas volver a ser... Intento explicarte que vivir extrañando es morir un poco cada día...

domingo, 20 de noviembre de 2016

Frío de otoño, viento en el alma...

Centroeuropa. Breve. Largo paseo, sin prisa. Descubriendo plazas, mercados, gente, cosas. Sol a momentos, nubes preciosas, una cita a las 18:30. Nada más. Gracias a Dios. Elegir al azar un lugar en el que comer algo, mientras todo cierra. Hace horas que cayó la noche negra, que se fue la luz oblícua de este otoño al norte y llevamos las manos dentro de los bolsillos de los abrigos, entre bufandas. Acabamos de vivir algo wow. Por primera vez y quién sabe ya si la última. Decidimos. Nos desplomamos en la silla de un espacio encantador, hemos elegido bien; ordenamos algo, nos hablan de Atacama, de Santiago de Chile, del salar, como casual; bebemos sorbos cortos de un buen vino y la magia se ocupa del resto. Porque suena una versión nueva de una melodía familiar de las de siempre, cantada una y mil veces por tantos. Y por ella, también. Todo se resume: en esto...


jueves, 10 de noviembre de 2016

Fear of fear...

Una diría cuán simple es definir la palabra "miedo". Y, sin embargo, nada tan cierto y paralizante como cuándo se instala en tu vida, una y otra vez, repitiéndose. Ya no apelas al cosmos ni al karma. Esa fase está superada, la incomprendes, nada tiene explicación y ya no eres racional, ni lo quieres ni lo pretendes. No encuentras el motivo y las palabras de consuelo suenan mal, a veces como insultantes. Ya te despides un poco de todo. Y tomas distancia. Mucha.
 
Y sabes qué es, el miedo. Todas las clases de miedo. En sus diferentes matices. A la noche, de pequeña. A los animales. A la soledad. La traición. Dolor. Pérdidas. Puñaladas rastreras, traperas, espalderas. ¡Ah! y a la mentira, también. A los traidores con caras amables que te despedazan gratuitamente mientras el pulso ni les tiembla. A que te rompan promesas. A que te tiren sin explicaciones a un rincón de la vida y te dejen atrás, en un eterno siempre, gélido, mudo. Eso es miedo, entre otras cosas horribles. Pero no. No pienso en esa clase de miedo, hoy.
 
El miedo, hay que joderse, puede ser mucho más que eso. Que todo eso pero junto, quiero decir. Dentro de la misma bolsa, en un saco gigante, simultáneo, continuo, concatenado. Inexplicable, inesperado e increíble.
 
Por alguna razón, tecleas "fear" en el buscador que aparece por defecto en tu pantalla y sale esta maravilla: fear of fear.
 
Un día de éstos me da, consecuencia lógica de todo esto, por acercarme a la palabra "pánico" a seguir viviendo. O "cobardía" para morir...

lunes, 7 de noviembre de 2016

I've got it...!

Varias veces en éstos últimos días me han pedido que abriera bien los ojos. Para ver el color que tocaba en cada momento. Curioso que, a pesar de los cielos de nubes y lluvia, todos y todas coincidieran en que eran más claros que nunca. En cualquier momento del día y en circunstancias bien distintas, cada vez. Ahora pienso... Era fácil: son 'color lágrima'!! Porque las lágrimas son como transparentes, verdad?

Punto y aparte.

Para no perder el rollo musical de este recóndito y desértico lugar, cual DJ aficionada y sin ningún futuro, ya ni eso pretendo, hoy os propongo (osada pero confiada) esta nueva serendipia que ha llegado via Alessio. Ella es la nueva Mina. Tiene nombre de galleta rectangular sabor canela y espolvoreada de azúcar blanco y crujiente. Ella es de Nápoles. A veces fado, a veces Mina, a veces recuerdos...

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Un descubrimiento encantador...

Os va a parecer tan sutil, deliciosa y exquisita como a mi. Espero. No, estoy realmente segura.
 
Esta canción, que tiene tantos significados que, de poder, de alguna forma, me la tatuaría... Y los exteriores. Y ellos. Y sus voces.
 
Gracias por descubrírmela, T.