martes, 27 de febrero de 2024

Invencible y otras sensaciones…

Recupero una y otra vez la misma sensación, quiero anotarla aquí y se me olvida el mismo número de veces.

Me refiero a la de sentirse fuerte, invencible y eterna. Poder con todo, querer más, ir a buscarlo. No acabarlo.

La sensación es igual de profunda e intensa, a la inversa.

Qué minúscula me siento cuando me encuentro mal y enfermo. Y dependo y necesito. 

Y me siento pequeña en todos los sentidos… 

P.S.: un post muy flojo. Lo sé. Pero, mira, tenía que venir a dejar constancia de los miedos, también.

jueves, 22 de febrero de 2024

Todo lo que vivimos...

Las vidas que llevamos vividas, ¿verdad? ¡cuántas!

Y todos los y todas las protagonistas de cada una.

Soy de las que mira atrás con relativa frecuencia. 

Siempre me han llamado nostálgica. Así que es cierto: lo hago.

Miro atrás, decía, y voy viendo bloques de años, de momentos, vidas, personas y, por tanto, vacíos y ausencias.

Claramente delimitados en lo que es normal: infancia, adolescencia, COU, la facultad, elegir sofá, problemas para un embarazo y el etcétera que me trae hasta aquí.

En una nueva vida en la que recordar mi maternidad o la época de crianza es un esfuerzo titánico. Aunque parezca mentira.

De pronto ser madre es escuchar la voz de tu hijo por teléfono cuando está angustiado. Cuando está feliz es improbable. O la de tu hija, por el mismo medio, cuando tiene crisis sobre quién es o quiere ser, que todavía no lo tenemos demasiado claro...

Juventud.

Cuando cambias de lugar de residencia a mi edad, de funciones laborales (parecía imposible, ¿verdad? pues no!), de entorno, pues te desorientas bastante.

En la vida misma, quiero decir.

Y en eso pienso a menudo. Y aquí lo dejo escrito, que luego me regañan porque tengo este lugar muy abandonado.

Y eso no puede ser...

jueves, 1 de febrero de 2024

No jugamos nuestros papeles. Y una fobia simple...

Hace unos días que me van comentando cosas que tienen un común denominador. 

El del título.

Parece que últimamente la prima mayor no ejerce como tal, ni el hijo hace de hijo. Tampoco la hermana. Y así con todos los roles imaginables. Incluído el de pareja. Y el de amigo.

No sé si es que no queremos hacernos responsables de lo que nos correspondería hacer. De lo que nos ha tocado. O que no nos quedan fuerzas para mirar alrededor y darnos cuenta de que hay que hacerlo. Hacer lo que sea.

Una llamada. Un recordatorio. Pero, especialmente, dedicar tiempo.

Creo que es eso. Que con eso (tan grande) bastaría para sentirnos mejor, cumplir y que no haya este déficit de atención.

Pero eso cómo se hace cuando vamos dando bocanadas con la boca abierta, deprisa a todas partes, sin fuerza ni tiempo ni ganas. Uno no puede con su alma y tiene que ocuparse de los demás.

Siempre ha sido así. Lo que pasa es que nos hemos quedado sin fuerza, débiles, sin defensas. Y vamos cayendo enfermos. O no nos recuperamos. Y tenemos lo justo para nosotros, pero nada nos sobra para todo lo demás.

Esto nos caracterizaba antes. Sabíamos qué teniamos que hacer si éramos hermana mayor, o menor . Y todo lo demás.

También es posible que lo que suceda es que hay un cierto sentimiento de abandono, de orfandad, de falta de abrigo. Como si nos faltara rumbo, hoja de ruta, plan de acción.

Nos ponemos bufandas sobre un cuerpo desnudo. 

Y ahí fuera hace frío (es una metáfora, porque aquí hace un calor de 20 grados aunque estemos en febrero ya).

Y a mi todo esto me ha llamado poderosamente la atención. Y aquí lo dejo.

Junto a la circustancia de estar desarrollando una fobia simple. Que luego se me olvida...