lunes, 29 de abril de 2024

Fredo nell’anima

 Días grises, mojados y, no puede ser de otra manera, tristes.

Regresar a la ciudad me llena de fantasmas, que se cuelgan de mi espalda como una mochila, pero en un solo hombro. El derecho.

Cuesta caminar, no recordar, respirar y mirar hacia otro lado. Vas como torcida.

Demasiado vacío, novedad, cambio y ausencia. Demasiada, también.

Ganas salvajes de marcar números que ya no existen o que, de existir, pertenecen a otro nombre.

Ganas de que me respondan quienes no van a hacerlo.

Tiempo de despedidas. De tristezas. De vivir recuerdos horribles.

Yo os recomiendo Ripley. Otra vez.

Soy de ideas fijas. De amores fijos. De filias marcadas.

De los colores del blanco y negro. 

Del azul de un mar gris.

No os la perdáis…

Pensemos en cosas bonitas…

 He repetido esta frase como un mantra, estos días.

Cuando todo se viene abajo, te sientes al límite o crees que no vas a ser capaz. Pues la repito.

El cuerpo grita lo que la mente calla.

Y el miedo tiene una voz muy ronca…

Pensemos en cosas bonitas, porque todo esto pasará y un día lo recordaremos como algo sin importancia. Por ejemplo. 

Como algo importante, probablemente.

Pienso en un agua transparente y verde turquesa, límpida, que se mece en calma, sin grandes olas.

O en un paisaje infinito de montañas azules y verde oscuro, o en cielos azul marino degradado de una puesta de sol.

O en el canto de los pájaros y el vuelo bajo de algunas rapaces que te vigilan de cerca, sobre la cabeza, esperando.

Cosas bonitas. 

Como lo fue Madrid…

lunes, 22 de abril de 2024

De miedos y fascinaciones...

A mi Ripley me está fascinando. Será el momentum...

Pero la fotografía, casi más allá del propio relato, y el blanco y negro me están enamorando.

Las imágenes bajo el agua de uno de los episodios son, para mi, espeluznantes. Un tipo que le tiene pánico al agua cae de una barca mar adentro. Fin del spoiler.

A mi últimamente me da miedo el mar, las profundidades. Más de una vez, al darme la vuelta después de nadar hacia adentro, me ha dado por sentir que era incapaz de llegar a la playa.

Te sientes desnuda, sola y piensas que la muerte está, entonces, asegurada (porque lo está, claro; en general).

Y ese vaivén del agua de mar, ya no las olas suaves en la playa cuando el mar está tan en calma como una balsa o un lago, el mar intenso de olas compactas de varios metros, es exactamente cómo hace que me sienta la vida. 

La de ahora, quiero decir.

Un zarandeo, nada es ya previsible o seguro, todo mutable y cambiante e imprevisto e impredecible. 

Lo contrario de lo que a una parte de mi le gusta y necesita. 

La otra (parte de mi) está encantada, claro.

Hay certezas, sí. 

Y una montaña de incertidumbres que hacen imposible planear o trazar algún plan para el futuro más inmediato.

A veces siento miedo...

miércoles, 17 de abril de 2024

Los alrededores se me desmoronan...

Últimamente olvido lo útil que era venir aquí a escribir. Aunque fuera en la más estricta de las soledades.

Servía de verdad para enfrentarme a los monstruos nocturnos que atacan cuando tenemos miedo.

Os recomiendo a Arthur Brooks y sus teorías sobre la felicidad. La ducha de hoy ha sido estupenda, escuchándole. Más estupendo aún saber que es un norteamericano católico casado con una señora de Barcelona, que habla un cuasi perfecto español y chapurrea el catalán (con acento yanqui).

En cualquier caso, es interesante. Su evolución como persona y como profesional también.

Lo he encontrado navegando en busca de consuelo, después de algunas conversaciones que me han abierto los ojos. Tengo que aclarar bastantes cosas, aquí dentro. Como pueden ser los diferentes miedos que estoy desarrollando, a lo tonto, obcecadamente.

He vuelto al gim. Voy poco. Camino mucho. Donde sea. Como el Madrid de primera hora de la mañana por barrios que no reconozco, en una deliciosa primavera de chaqueta fina. O como los alrededores de los lugares en los que duermo (sean mi casa o no). La serotonina debería mejorar mi estado de ánimo. Pero no es suficiente. El cortisol campa a sus anchas por mi organismo, muy probablemente.

Me ocupo, especialmente los pensamientos. Y tampoco basta.

Hay muchos vacíos, horas de soledad intensa, un lugar nuevo que me acoge más bien mal y los alrededores que se me desmoronan. El futuro es difícil de visualizar y lo mismo pasa con la búsqueda de nuevos proyectos. Tan dada que fui hace algún tiempo a encontrarlos debajo de las piedras.

Quién me ha visto. ¿Quién me ve?