domingo, 29 de noviembre de 2009

Contradiction...

A ella tampoco le gustaban los domingos por la tarde. Aún no es domingo por la tarde. A mi ahora ya me gustan algunos, pero todos no. Y a ella ninguno. Ya no vive para contarlo ni para sentirlo ni para saberlo.

Y encima llueve o parece que fuera a hacerlo, siguiendo los pronósticos más ajustados. Para el caso, da lo mismo. Sin entrar a valorar la necesidad de que lo haga, a mi no me gusta. Sistemáticamente, me entristece. Dificulta todas las cosas: la circulación, las gestiones, alarga los tiempos, aumenta los nervios. Lo moja todo. No me gusta y no creo que sea necesario entrar en elaboradas justificaciones porque de todos es sabida la incomodidad de la lluvia en ciudad. No digo que en el campo, instalada tras los enormes ventanales de una casa vacía y con la persona amada al alcance de la mano, la cosa podría ser distinta. Pero hoy, al menos, no es el caso.

Y la coincidencia de los conceptos de los que hablan los dos párrafos anteriores [a saber, domingo y lluvia] es mucho peor, por lógica, que cada uno independientemente.

Así que hoy, a pesar de la grandeza de la jornada futbolística, me temo que va a ser, como mínimo, lento... Aunque me guste...

viernes, 27 de noviembre de 2009

Gustos...

No llega el invierno, aunque lo anuncian con recelo para este próximo domingo. De repente ni siquiera las nieves hacen que me apetezca cambiar de estación. Ayer estuve comiendo al sol en una terraza con una magnífica temperatura y todavía llevo el abrigo en el asiento del copiloto, doblado y sin poner. Luego, me conozco, disfrutaré los momentos en los que corresponda practicar deporte pero ahora, así, me apetece más bien nada pasar frío, padecer rinitis e ir vestida con capas gruesas y tapada hasta los ojos.

Va a ser invierno y a mi me gustaría que llegara la primavera...

jueves, 26 de noviembre de 2009

Importancias...

Han sido muchos días. Lo reconozco y entono el mea culpa y, si es necesario, cantaré un canto gregoriano. Nunca antes había sucedido. Y ahora intentaré explicarme por qué. Antes quiero hacer un modesto reconocimiento a l#s seguidor#s mudos que siguen visitándome, a pesar del prolongado silencio que he venido regalando. Tiene un enorme mérito, que hubiera devenido en perfección si se hubiera dejado algún rastro, incluso pequeño, del paso fugaz.

Decía que han sido muchos los días de silencio. He estado fuera. He estado llorando y he estado, por último, extrañamente ocupada en temas laborales.

Estuve fuera una semana y se me desorganizó el sueño, el apetito y el cuerpo por la falta del habitual ejercicio. Pero ya he podido reorganizarlo todo y ahora como bien, duermo sin química y me ejercito como durante los últimos cuatro años.

He estado llorando y es cierto. Llevo mal las ausencias y hay una que, por reciente, sorprendente y dolorosa, me sigue arrancando suero fisiológico en todas partes. El tiempo va a borrar todos los pequeños matices y dejará un gran recuerdo de la persona que se fue.

Y el trabajo me ha desbordado, para mi sorpresa, hasta el extremo de ir dejando temas pendientes de resolver durante días, lo cual añade una enorme dosis de ansiedad a mi existencia.

Pero este regreso es especialmente relevante porque he de confesar que sentí que se me escapaban las ganas de contar y eso sí era nuevo por completo. Ahora que quizá tengo más cosas que trasladar a la pantalla es cuando decido encerrarme un poco más. Confieso que he atravesado una travesía callada, que se me antoja excesivamente larga. He tenido encuentros que me enmudecieron. Otros que me desataron. Y ni los unos ni siquiera los otros me preocupan.

He dejado de pensar en determinadas personas del pasado y me siento entre paréntesis. Algo va a suceder, presiento a veces. Y va a cambiar mis escenarios. Así que decido no intervenir, de la misma manera que odio elaborar documentos innecesarios...

Yo sigo echando de menos y alguna vez no sé a quién. Supongo que eso es lo único que realmente importa...

viernes, 13 de noviembre de 2009

Emociones...

Siempre que me alejo un poco de mis lugares, me entra un algo extraño, una sensación rara, como de no tener que volver nunca. Es imposible descartar el elemento accidente pero soy una mujer razonablemente optimista, por norma. Así que no tengo ninguna intención de, a pesar de las circunstancias ajenas adversisimas que estoy viviendo, dejar constancia de las preocupaciones y miedos y ansiedades que el breve desplazamiento me genera.

De lo que no se habla, no existe. ¿No era esto lo que practica tanta gente? Pues por una vez...

No le damos ningún valor a tantas cosas, como la salud o la propia vida. Y pueden fallar. Los hospitales están llenos de gente sufriendo. Mueren personas cada día. Y a veces a una le toca de tan cerca que se derraman litros de lágrimas, sin ninguna vergüenza. A estas edades llorar no es un signo de debilidad, me dicen para contradecirme, algunas veces. Y eso que a mi nunca me ha gustado. Soy fuerte. Soy fuerte.

Pero no lo soy. Hasta yo misma lo sé, ahora.

Mañana lloraré, infinitamente. Y será una despedida entrañable, aunque no me atreva a salir a leerle ningún pensamiento, ningún mensaje para que se lleve en el bolso en ese largo viaje. No pienso soltarte. Te quedas conmigo... Aunque yo me vaya.

Hasta la vuelta...

jueves, 12 de noviembre de 2009

La vuelta...

Del 4 al 12 de un mismo mes van varios días. Y todo es tan relativo que pueden parecer eternos o un breve paréntesis, dependiendo. En este caso son los de mi silencio en este lugar. Tengo grandes argumentos y algunas razones que alegar en defensa propia, pero no voy a hacerlo. No porque sepa que es inútil y nadie va a recibir el mensaje. No lo haré porque estoy triste. Triste de raiz, profundamente, tomada por sorpresa. Con una tristeza real, de las verdaderas, de las que nacen dentro y salen muy despacio hacia afuera, porque no hay ninguna necesidad de manifestarla. Una tristeza que refiere una pérdida tangible, material, definitiva.

No dejo de repetirme que tenía que haberme dedicado más y que los gestos fueron insignificantes cuando necesitó compañía.

Qué mal rollo el cambio de tono de este post. Por una vez que me pongo. He recibido una llamada durante el primer párrafo que se ha llevado la concentración. Y se nota. Mucho. Lo siento. A esto se le llama volver por la puerta grande...

Echo de menos esas lecturas breves que son los post de los blogs que leía habitualmente, eso cuando disponía de tiempo. Echo de menos sentarme ante esta pantalla y escribir al dictado de los sentimientos. Echo de menos el cuerpo a cuerpo, el contacto físico y los guiños. Me da miedo ver el reader y que me lance las infinitas negritas de todo lo que tengo por leer. Y esto va a ser largo porque me voy unos días y apenas tendré acceso a un ordenador. Y, de tenerlo, será por razones obviamente naturales y exigencias del guión. Una se va pero a contracorazón y con ganas de volver. Esa es una de las cosas que nunca cambia...

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Solitudine... tan temida...

Como un puñal en acción alevosa, una traición servida en frío. Como una venganza medida o una maldición inesperada. Por la espalda, trapera, sin avisar, irrumpiendo alegrías. Así acabó la jornada, con decepciones a pares y lágrimas y horizontalidad en solitario y a solas. Llegó y se llevó mi sonrisa y todos los esfuerzos por mantener el equilibrio. Esos que no se notan desde fuera pero que dentro obligan a ser una sobremujer (súper y supra también, claro).

Nada que vaya a recordar dentro de cinco años, vamos. Que tengo tan mala memoria...

El ramo de flores llegó hoy, con unas horas de retraso, cierta dosis de ilusión y las disculpas escritas en letras cuidadosamente diseñadas. Preciosos, ambos. Preciosos.

Y el dolor de barriga llegó vía teléfono, a unos cincuenta kilómetros de aqui, manifestando dolores llenos de lágrimas y añoranzas. Conmovedor, sin duda.

Todo bien. Gracias...