lunes, 31 de enero de 2011

Un fin de semana y un reloj...

Tremendo cómo pasan los días y cómo se llenan de pequeñas cosas. Encerrada 48 horas en casa y viendo que las jornadas se suceden entre risas, horas de sueño, conversaciones y bromas. Lo impagable es que ella me consulte alguna intimidad y me abrace en modo espontáneo, que él me hable entre silencios y me cuente sus proyectos a [para mi] medio plazo y [para él] casi al final de su vida. Se truncó una sorpresa por causas meteorológicas ajenas a mi voluntad y habrá que ser paciente con los días que vendrán, volver a proyectar tantas veces como sean necesarias hasta acertar: no me pierdo su cara ni su expresión por nada. También han llegado voces entrecortadas de allí abajo, en nuestro mapa. Tímidos quejidos que no reconocí y se agravó por un momento la situación hasta reconducirse a lo cotidiano, a las palabras y a las letras. El balance posterior a ese encierro voluntario, en el que tuve tiempo hasta de cuidar y de hacer compañía, es nostálgico y finaliza con un abrazo en el coche, la mañana de hoy, sin miedos a nada, prolongando el contacto, la presencia, a pesar de las prisas y de los relojes...

miércoles, 26 de enero de 2011

Una crema de cacao y cualquier otra cosa...

Cada mañana pienso que se me está acabando la crema de cacao que compré en ese callejón del Barrio Gótico de Barcelona, tan cerca del Museo Picasso, cuando todo era cálido. Confieso que me cuesta tirarla y no entiendo que hayan regresado mis tendencias fetichistas de adolescente, que creía superadas. Un paseo. Algún día será imposible guardar el cilindro inútil del tubo vacío, sin cacao. Y acabará por salir de casa y nunca más me acordaré de él. No comprendo que pueda llegar a sentirme nostálgica ante la ausencia de lo que todavía no he perdido y me parece tremendo porque eso no me sucede solamente con los tubos de crema de cacao a punto de acabar sino con cosas, digamos, algo más relevantes. Y, por la misma regla, no digo nada acerca de lo que realmente puedo llegar a sentir ante una pérdida de las que quitan la respiración, encogen estómagos, generan llanto incontrolado e insomnio y/o anorexia [en el sentido literal, claro]. Y eso sí que no me cambia con el paso de los meses y de las diferentes vidas, no. Punto dramático que nunca he negado y que voy manteniendo a raya con cierta dignidad y no sin cierta pereza. Tantos años...

lunes, 24 de enero de 2011

Lunes de contrastes...

Por alli, una nevada canadiense de inquietantes proporciones, con copos grandes como cds que caían en suave deslizamiento. Por aqui, un magnífico sol del tamaño de un huevo frito. Y el común denominador: frio. En mi caso, decidí [un poco forzada por la situación, lo confieso] efectuar una rápida y definitiva [bueno, provisional de fin de semana, quiero decir] interrupción de mi conocida hiperconexión 24/7. Y me funcionó mientras, en algún lugar del mismo sur, alguien empleaba 200 minutos en repasar este lugar. Me impresiona, me sonroja, me halaga. Aunque haya habido empeño en no dejar rastro ni palabra ni opinión. Bueno, una ya está acostumbrada a los silencios y hay cosas inmutables, como que hoy haya una preciosa luz o que anoche, al regresar tarde a casa, descubriera una luna inmensa, decreciente y naranja oscuro, como si estuviéramos en la India...

miércoles, 19 de enero de 2011

The best is yet to come...

Voy borrando párrafos entre contracturas y tecleo deprisa para acostarme rápido. Día infinito ante un teclado, con plazos que respetar, presión, acumulación de asuntos, teléfonos sonando simultáneamente, reuniones y practicando la negativa antes tan desconocida. No tengo nada por decir que no haya dicho una y mil veces, con pequeñas variaciones en las palabras, en las consrucciones y/o en los giros. Semblante serio, como de enfado. La tensión acumulada en la base del cuello y la sensación de tener el cerebro [eso tan pequeño que debo tener bajo el pelo] como inflamado. Los ojos entrecerrados ahora, que acabo de despachar una consulta que nadie exigía. Sí, a estas horas. Y es que algun#s nunca cambiaremos...

lunes, 17 de enero de 2011

Y yo qué sé...

Larga placidez, que se extiende a los días y las noches, a las jornadas y el sueño, aunque todo sea perfectible. Me sorprendo sorprendida ante esta prolongación del bienestar en el que nos instalamos con nocturnida, cada día, en silencios dialogados con cautela y convivencias fáciles, como en un libro que alguien recomienda por lo sorprendente del tema, el contenido, la forma. Quizá haya dejado de ser extraordinario pero no por eso ha perdido su valor. Confieso entretenerme en la idea, hacer comparaciones secretas y mantener un habitual estado de satisfacción que ha dejado de ser transitorio, como fuera aquella enajenación de gritos y silencios violentos, miradas duras y gélidas y palabras lanzadas entre el cuello y el cuero cabelludo. Justo ahí, dónde duelen los silencios, las miradas, las palabras y los gritos: cualquier suerte de comunicación verbal, gestual, corporal, como la que forma parte de la inteligencia de las emociones, esa que pocos han desarrollado con pericia y que resulta tan útil en todas las facetes que nos conforman y configuran y definen. Buf. Esa época en la que cualquier lugar era mejor que mi propia casa, en la que me quedé sin hogar, en la que el sofá era una trampa, la cama un castigo y el estar despierta un riesgo. Época de miedos e inseguridades que dió lugar a otra de llantos y soledades, preludio de bienestar. Pero eso, entonces, no era creíble y tod#s lo sabemos...

domingo, 16 de enero de 2011

De casamientos y maridajes...

Es cierto que sigo mi camino. Y algun#s dirán que muy en solitario y consciente de ello sin querer alterar nada. Pero voy a reconocerte, con alivio, que a veces me detengo y te recuerdo y me pregunto eso que, retórico, se cuestiona la canción: ¿qué hubiera sido de mi si ese día no te hubiera dejado marchar? No, hay momentos inevitables, imposibles de cambiar, en los que alguien toma una decisión que resulta ser inamovible desde el primer segundo, aunque tú no puedas saberlo hasta algún tiempo después, tarde, en hundimiento, sin remedio. Son esas decisiones que, como algunas palabras dichas deprisa, afectan con certezas, se arrastran y se trasladan en la mochila de cada un#, con cuidado y sin ánimos de desprenderse porque acaban haciendo una infinita compañía, saludable, catártica, entera. Pero tú ya sabes que a veces me detengo, porque me supiste bien y siempre has tenido buena memoria, así que parto, siempre he partido, de la base que lo recuerdas todo, con detalle y precisión de cirujano. De la misma forma que siempre supe que, de no haberte dejado marchar, tampoco seguirías conmigo. Porque nunca en creído en el resultado de la unión de nuestros nombres, que casaban mal...

miércoles, 12 de enero de 2011

Desentrenamiento literario y digital... tantas vacaciones...

A veces eso tan socorrido a lo que repetidamente llamamos vida me parece un torbellino, una de esas violentas atracciones látigo, porque me tiene atrapada como lo haría una manga tubular de fuertes vientos. Como en una mesa de Las Vegas, en las que el croupier pregunta un poco hastiado, hirsuto y sin ganas el consabido ¿alguien da más? por enésima vez en la misma noche, justo antes del cambio de turno y siendo grabado y observado por cientos de discretas cámaras, la vida se va superando un poco cada día. A sí misma. Y a mi también, lo reconozco. Y una mañana te ves de pronto habiendo conquistado una breve cima, modesta en tus limitaciones, y crees haber llegado (a ese cualquier lugar al que te estabas dirigiendo, programada, desde la tierna juventud y como la autómata en la que te has venido convirtiendo, discreta y callada, esforzada y con cierta dosis de orgullo mal disimulado). Has llegado, probablemente. Si. Y al día siguiente, henchida de satisfacción y un poco más muerta, más vivida, que el día anterior te sorprendes siendo arrastrada en pasos sucesivos, todos igual de ascendentes, con cara de noentiendonada. Porque la vida es eso, a veces. Una sorpresa y momentos felices. Una rutina aburrida y tristezas alargadas. Nunca se gana siempre. Siempre se aprende. Todo llega y el tiempo nos va colocando, ordenad#s, en nuestro lugar natural. Mucha frase hecha y demasiada metáfora para una noche tan...

martes, 11 de enero de 2011

Hoy, que ha pasado el tiempo...

Estoy en día fértil y me deberían atraer los tipos malos. Aqui no hace el mismo frío que allí y me sonrío. Han regresado los colores, enfrentándose al blanco y el azul. Necesito descansar agotamientos y algún que otro virus. Los días parecen más cortos que nunca y no me estoy refiriendo a la luz. Hay silencios y prisas y cancelaciones previsibles y falta de bondad pero todo está en orden. Han faltado momentos, han sobrado tiempos...