jueves, 28 de octubre de 2010

Dos párrafos...

Quizá lo que nunca quise es que me vivieras ni ser camino o vida. Y no me dejé vivir ni caminar. Me fui llevando y me dejé, como abandonada. Un seguir, pensando poco en ese punto canalla que me regresaba de nuevo a ti. Sin desvíos ni alejamientos, tampoco distracciones o grandes concentraciones. Otras cosas, tecleando letras y sumando palabras, eligiéndolas con mimo, lamiéndolas antes de leer [qué gráfica la expresión que me regalaron un día...]. Actos y consecuencias, abstenciones y retenciones. Tremendo contraste, las sensaciones en pugna.
Anoche dormí y eso es noticia. Sin ayuda ni expectativas, me dormí. Y ha transcurrido una noche y mis ojos se abrieron cinco minutos antes de que sonara mi despertador. Otra noche corta para un largo día. E intenso. También. Así me lo pareció a mi, aunque no sepa de extensiones ni de cómputos precisos. Se me alargó hasta exprimirme. Y mañana otro...

miércoles, 27 de octubre de 2010

Has vuelto y eso es lo único que importa...

No llevo bien la cuenta. Soy mala contando tiempos y se me olvida recordar, a veces. He ido continuando, con disimulo y hasta enorme interés; he abierto puertas y ventanas que no conoces y antes no existían. Y también las he cerrado. Hasta para eso he tenido tiempo, ahora que recorto las noches con el único fin de alargar mis días y, sencillamente, alcanzar. Han escapado algunos y han transcurrido, con las letras llenas de significados, acompañadas de palabras, como fluidos. Creo y me temo que han sido semanas que han conformado algún par de meses. Por lo menos. Y mi vida ha cambiado algo, como te anuncié, pareciendo que ando guardando un secreto tan importante que no es ni ha sido nunca secreto. Ni siquiera lo será, ahora que esto puedo evitarlo. He rodado en varias direcciones y tú te has detenido en algún lugar de nuestra geografía, plácidamente, apartada, en compañía [como sólo a ti te gusta tanto, eso de ser dos...], viva como nunca antes. Regresas despacio, con tristeza manifiesta y me reencuentras en mi lugar, como si nada hubiera sucedido, como si los miles de letras jamás hubieran acontecido, como si fuera a compartir lo que nunca cuento [y tampoco ahora]. Y regresarán nuestras particulares rutinas que ya persiguen un tercer aniversario, inminente, que recordaremos con timidez como antes sucediera ya dos veces. Y, ahora que has vuelto, todo será como si nunca te hubieras marchado...

jueves, 21 de octubre de 2010

¡Qué tiempos aquellos! ¿recuerdas?...

¿Recuerdas cuando me despertaba cada día antes de las siete de la mañana y me paseaba por la casa a oscuras ordenando, recogiendo, preparando desayunos, porque ellos eran todavía pequeños? duchas fugaces y el pelo sin secar para luego comenzar esas larguísimas jornadas en las que recorría cien kilómetros al volante para prestar mis servicios profesionales [ha sonado mal, ¿verdad? los servicios son legales; lícitos, quiero decir...] y sentir que siempre llegaba tarde: a la ida [y después de dejarles en la puerta del colegio], al trabajo [siempre conduciendo medio dormida, con el coche lleno de bostezos y conversaciones telefónicas entrecortadas] y a la vuelta [casi a rastras, por el agotamiento acumulado en la piel por el paso de las horas] al lugar en el que debía estar: en casa con ellos, en las consultas o en sus pequeños e importantisimos recados, yendo y viniendo de partidos y fiestas y organizando a distancia la compra de regalos sorpresa o material escolar... O las compras de alimentos siempre por internet, sin poder elegir [como mandan los cánones] con el tacto y la vista los productos frescos; siempre las fotografías pequeñas en el margen izquierdo de la ficha de pantalla, tan engañosas gracias al marketing. Largas jornadas de once horas en días laborables, aprovechando el único tiempo libre verdaderamente mío para el deporte que reforzaba las zonas que habían de aguantar una maltrecha columna vertebral en esa dura vejez que se me había diagnosticad tan pronto... ¿Recuerdas esas noches en las que, al llegar a casa, había que ayudar a hacer deberes o repasar controles o redactar trabajos o documentarse en la red, mientras preparaba la cena y recorría la casa de un extremo a otro, deteniéndome en la cocina, para atender sus respectivas necesidades en distintas habitaciones? luego llegaba el momento de la cena, rápida y poco abundante [ellos siempre han sido delgados y nunca grandes comedores y a mi ya por aquel entonces no me convenía...], algunas conversaciones a tres bandas y cada uno a lo suyo: en busca de un pc para comunicarse o de una tv para desconectarse. Y yo a revisar o redactar los documentos y mensajes que habían quedado pendientes, que la jornada no me había alcanzado para todo... ¿Recuerdas cuando te contaba que llegaba agotada a la cama, con fuerzas para una lectura en diagonal de cuatro o cinco páginas de, obviamente, libros que se eternizaban en mi mesa de noche y que, encima, dormía mal y arrastraba unas ojeras endémicas que eran las que me presentaban en sociedad? ¡Ah! ¡Qué tiempos aquellos!, ¿verdad? Escucha... escucha... ha vuelto ese pájaro tan raro que bebe del agua de la piscina. No, no es el viento que sopla fuerte. No. Y no me cierres el ordenador, que tengo una última historia por terminar, antes de irnos al aeropuerto, pero estoy dándole vueltas a una idea todavía. Claro que te la voy a leer, pero cuando esté lista, ¿vale? Dame la copa, anda. Te pondré un poco más de vino blanco antes de que empecemos con la comida, así vas terminando la maleta. Y no te olvides mi crema de manos como la última vez, por favor... Ven, ven, acércate, no te enfades, que sabes que tengo razón porque fue culpa tuya... Venga, dame un beso. Nos vemos en la cocina dentro de cinco minutos. Ni uno más...

lunes, 18 de octubre de 2010

¿Cuándo?

Cuando de verdad apetece volver a casa o han desaparecido algunos miedos. Cuando te das cuenta de que estás exactamente dónde quieres estar o no quedan fantasías que cumplir. Cuando apenas quedan destinos pendientes a los que acudir y los sueños han dejado de ser recurrentes. Cuando ambiciones y objetivos dejaron de serlo, con el paso de los tiempos. Cuando tienes la sensación de que llegaste a la meta. Cuando miras a los ojos y no hay otra casa que visitar o ha desaparecido toda competencia. Cuando no quedan besos de diseño. O cuando apenas pienso en ti...

domingo, 17 de octubre de 2010

Quinientas duchas...

Un par de días de desconexión, de descompresión. A menos de quinientos kilómetros. Miles de pasos [perdidos, seguidos, rítmicos y acompasados, cortos, de lado] y cuatro restaurantes. Palabras, silencios, abrazos y besos: incontables. Dos desayunos. Siete horas seguidas de sueño. Dos y media para regresar contemplando, distraída, los paisajes. Doscientas sonrisas. Caricias a un metro por hora. Ah. Y quinientas duchas...

miércoles, 13 de octubre de 2010

Un miércoles que parece lunes. Un cielo gris cubierto por infinitas nubes blancas, alargadas, que se rompen y se desplazan despacio. Los restos de los vientos de levante. Incertidumbres. Una espera y un paréntesis, todo en suspensión. Todo, todo. Una voz sin rostro y éste ya olvidado. Provisional. Una luz opaca que no me obliga a entornar los ojos. La desgana. Invoco en silencio, concentrada, a mi fuerza de voluntad, que es tiempo de decisiones. Una jaqueca provocada por un elefante sentado sobre la cabeza con la trompa descansando sobre la nariz. Quizá no sea exactamente tal y como surgió per al menos se le parece. Mucho. Son las noches más largas. Al menos hoy me distraje un poco con los bomberos que utilizaban una sierra mecánica para cortar un árbol caído sobre la calzada. Entre el ruido y las luces han conseguido decorar mi insomnio. Retomé sueños, pero era algo tarde porque ando bostezando por los rincones, como si hubiera pasado la noche en vela, contigo…

martes, 12 de octubre de 2010

Recién llegada...

Tengo las manos heladas y ningunas ganas de estrenar invierno, porque aún no he digerido la llegada del otoño. Soy metódica hasta con las entradas del blog y cada día me gustan menos las rutinas. Algo aqui dentro se mueve y las señales que interpreto son inequívocas. Tampoco quiero enfrentarme a cambios. Quizá nada esté bien pero las cosas a veces es mejor que no se muevan de su lugar. Suspiro y me pongo a recordar otros suspiros. Pienso y me entretengo en el cansancio que eso me produce. Es como discutir: una nunca convence a nadie...

domingo, 10 de octubre de 2010

Qué fácil recordarte a veces...

Noche negra y un volante. Cuatro silencios, incómoda en la soledad de un domingo extraño. La carretera vacía pasa por debajo. Los árboles convertidos en sombras y canciones con voces rotas acompañadas de palmas. Me veo recordando y de pronto una letra me lleva de la mano a una habitación y veo [vuelvo a ver] las sábanas de grandes cuadros de colores en una cama grande y a ti invitándome. Mirándome a la cara, besándome con la boca, con las dos manos, envolviéndome, dándome las gracias por haber vuelto. Aprendiendo muy rápido que los regresos a ese tipo de lugares suelen ser maravillosos, como volver a un refugio si fuera nieva y el viento corta la piel. Regresa la letra y pide que te recuerde amándome. Y eso hago, a pesar de saber que la losa va a impedir que respire. Ya ha sido imposible detener mi paseo por los aledaños de todo aquello que compartimos, lo que te has llevado contigo, nuestros lugares y hasta las discusiones. Sobretodo los reproches. Pero lo difícil es repasar y nos repaso.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Si supieras cuánto me aleja de ti...

Hay algo que se nos interpone. Alguien, para ser precisa. En tu opinión, ningún riesgo. En la mia, todos. Envuelta en malestar, en silencios forzados, palabras calladas y reproches mudos. Crees firmemente que nunca ha habido peligro. Pienso que quizá sea cierto. En realidad, jamás me he detenido a valorarlo. ¿Es que, acaso, los celos se visitan para un recreo o en busca del orden universal? No. La inseguridad es ajena a las palabras y no entra en razón: se deja ser y va fluyendo. Y con el miedo sucede igual. Con el miedo a perder, quiero decir. Una no se levanta un día y decide que pone fin a los temores. Porque lo son. Y, además, enormes y negros, de los que gustan de visitar camas oscuras con luces cerradas y vacíos enormes, muy grandes. Esos temores [decía] no brillan en la oscuridad ni saben a fresa ácida. Atrapan el cuello, la garganta y te convierten en estenótica y hasta puedes llegar a dejar de respirar, sin querer. Tienes el convencimiento de que bromeo y no sé convencerte. He debido de pedir silencio, que el flujo de información quede suspendido. Pero no. Imposible detener el goteo de datos insulsos, detalles absolutamente prescindibles, anécdotas ridículas. Adjetivo a conciencia, sabiendo que suena a lo que es. La información llega puntual, a ritmo de llamada semanal, casi siempre disfrazada de cuestiones, incluso profesionales. Porque resulta que es brillante y hay que vivir con eso, y aprender a lucharte. No gano. Faltaría más. Es el mejor de los fantasmas, invencible, robusto, sólido, inmortal. Muralla oriental, roca sólida en vertical, infinito río de orillas enfrentadas. Es la interposición y lo que nos confronta. Y no lo adviertes y eso nos separa tanto...

lunes, 4 de octubre de 2010

Tú y el tiempo...

Hoy, que debiera haber sido todo tan distinto y definitivo. Hoy, ha sido sólo una prórroga de lo que ha venido siendo. Hoy tampoco estás...

domingo, 3 de octubre de 2010

Soles, dunas, tres consonantes y besos...

Perfectamente consciente de que iban a ser los últimos, he estado atrapando rayos de sol, con los ojos cerrados, meditando y tratando de abstraerme tanto de mi realidad que logré ausentarme, dar un paseo como si fuera otra, como si jamás debiera incorporarme. Lo conseguí durante el paréntesis, escuchando olas de mar y viendo sorprendentes mareas que tenía, lo sé, olvidadas. Y dunas móviles de arena rubia entre las cuales algún pino testigo; en una de ellas, en la zona sin sol, con sombra, humedad, escribí a escondidas [lo confieso, lo reconozco, lo sé...] con un junco fino, corto y seco dos consonantes y una vocal, en mayúsculas de palo seco y en relieve, inequívoca señal de invocación. Fallida. Han bastando dos puestas de sol naranjas primero y violáceas después para devolverlo [devolverme, quiero decir] todo a su lugar, al correspondiente, con independencia de si es el deseado, el conveniente, el necesario, el único. Aquí estoy, de nuevo, tecleando a pulsaciones, deteniéndome solo un poco en mesurar palabras y valorar oraciones [sé que debería detenerme más para que el resultado mejorara sustancialemente y me disculpo por las prisas], tratando de olvidar, como en una canción de jazz en la que todo el mundo improvisa como de forma natural, que hoy estuve en tu ciudad y que han existido algunas posibilidades de que se generara una sorpresa que resultó no ser. Pero a mi los nervios, el cosquilleo y la mirada nerviosa no vino nadie a quitármelos. He hablado de tus besos porque, con franqueza, me he entretenido en recordarlos. Qué quieres, no sé hacer otra cosa con lo sublime...