domingo, 26 de diciembre de 2010

Aqui és Nadal i estic contenta...

Estoy empachada de días, noches y sueños. Porque ¿quién puede explicarme la razón de que la noche de Navidad haya soñado contigo? Uno de esos sueños líquidos, prístinos, transparentes y tangibles, reales y verdaderos. No recuerdo con claridad lo sucedido [esa sucesión de fotos que luego nos empeñamos en unir para que adquieran algún significado lógico] pero las sensaciones se arrastran conmigo desde que puse el primer pie en el suelo esta mañana. No recuerdo cuál fue. Tampoco dónde estábamos pero sí haber recuperado la calma, el sosiego perdido con el reencuentro. Esos reencuentros en los que una siente que no han pasado ni diez minutos desde la separación. Y han pasado ya cinco años. Creo. Llevo mal las cuentas, todas. Me empeño en recordarme que soy de letras pero lo cierto es que mi torpeza con los números y las operaciones más elementales empeora con el paso de los meses. Decía que he soñado uno de esos sueños molestos que no se despegan. He comido demasiado. He preparado equipaje con material duro y material blando y he salido a pasear, a pesar del frío, a contar pasos. He notado que sin cansancio mis noches siguen igual de vivas. Y he sido una segunda que no ha querido enfadarse, con lo cual no hubo riña. Odio discutir y solo lo hago en situaciones extremas. Así que anoche no era el día. Como tampoco lo era para tenerte en un largo sueño, porque juro que no venía pensando en ti y no había tenido oportunidad de recordarte. Bueno, a no ser que cuente el hecho de haber sentido cómo se me detenían los latidos del corazón al verte tras una luna de una tienda del barrio, tan idénticas las siluetas, tan perfectas las facciones y hasta los accesorios. Y tan imposible que fueras tú, por un millón de razones...

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Una escribe sin detenerse y cualquier cosa, como es de leer...

Esta vez la clara minoría ha alcanzado a treinta de cien y, por decir, un par de tres hemos tenido la voz cantando, orquestando y gobernando el largo momento decorado de azules y grises y corbatas de colores con originales gemelos y camisas blancas o celestes, de impolutos cuellos rígidos de impecable plancha. La vida es corta y el mundo pequeño. Todo da vueltas y confluye. Somos poc#s. No es bueno dejar cadáveres tirados por ahi, que todo regresa y, bondades o no, acaban por repercutir en uno de los centros neurálgicos como, por ejemplo, el corazón [ese órgano tan frágil tan difícil de suplantar]. Una nunca sabe por dónde arribará la sorpresa última, el cambio reciente, el movimiento final hasta que suceda otro. Viajo deprisa y me apuro el tiempo, sorbiendo bocanadas cortas y rápidas, aún a riesgo de hiperventilaciones pequeñas y risas entreabiertas y mal disimuladas, que la alegría y la actitud son tan buenas como tú...

martes, 14 de diciembre de 2010

De perfecciones y cosas similares...

Hacia adelante hay trenes, aviones, deporte, frio y colores intensos, idiomas y tardes al calor de una habitación de hotel. Más adelante sigue habiendo movimientos, cortos, locales, periódicos y hasta diarios, también. Por fin, con el calor llegan los grandes saltos, motores de avión, océanos y playas rubias de aguas turquesas y piel tostada para pasar a infinitos paisajes vacíos de tremenda naturaleza, en autonomía, algo de soledad compartida y oxígeno puro, al volante de nuestras vidas. No me hablen de conformismos, que es que todo eso, lo lamento, no es perfectible...

lunes, 13 de diciembre de 2010

Rubores y vergüenzas...

Aqui se nos echa encima la Navidad y a mi me pilla sin empezar a usar lar tarjetas. Otra vez por sorpresa y creo que es la razón de siempre: yo tomaría un avión a cualquier playa turquesa sin pensar en ninguna fecha concreta y sin recordar a nadie ni a nada, cosas ambas que tiendo a hacer impunemente y hasta con periodicidad. Con tantas vacaciones y el mismo número de compromisos formales y familiares que me encantaría poder evitar pero que me tienen parcialmente anclada en la ciudad que empieza a ser gélida, estos días. Luego me encanta. Vale. Pero no siempre ni todo, que hay momentos que se hacen complicados de vivir. Como el de desenvolver un regalo siendo observada y el centro de interés. O el de estar horas sentada a una mesa enorme haciendo sobremesas del mismo tamaño. O una suerte de horas muertas entre compromisos, que una no sabe cómo ocupar porque no dan para mucho. Y fuera, indefectiblemente, ese cielo gris de invierno, como lluvioso, con algo de viento y los suelos mojados, quizá por la humedad. Si, esa especie de tristeza que se da especialmente en invierno, por Navidad, como los cielos de color rosa anaranjado, tan típicos. Y así los brindis y las bromas o los reencuentros y los eseemeeses y el sentir que te falta alguien...

viernes, 10 de diciembre de 2010

Todo es un momento...

Me hablas de tristezas y visto una sonrisa. Meso distraída mis cabellos mientras me entretengo con el movimiento leve de las copas de los árboles que están detrás de mi ventana. Y pienso en todas las cosas que podrías querer cambiar y me paralizo un poco. No quiero entrar en la lista, quiero seguir con mi egoísmo avanzado y la comodidad de [me atrevo a escribirlo, aún a riesgo de conjurar] lo que se siente perfecto. Me detengo de nuevo y me exijo empatía, por un momento. Y vuelvo a aparecer y sigo no queriendo. Ni mover nada ni siquiera un poco. Nada. Respiro hondo y la sonrisa no está. Es la fuerza de lo que nos influye, el batir de alas de la mariposa de los grandes cambios, los efectos colaterales de una tristeza...

jueves, 9 de diciembre de 2010

De barcos y nidos abandonados...

Nada tan fácil como dar opiniones sin conocer ni sentirse comprometid#. Todo está bien, me repito. Y es así de aburrido. En algún momento me hierve la sangre y en otros muchos la mente. Me aparto de tus recuerdos a manotazos certeros y no quiero recordar que el Guadalquivir se ha salido, como yo alguna vez, de madre. No te habrá alcanzado, por supuesto, me tranquilizo. Seguirás una plácida existencia trufada [sugerente palabra, esta] de anécdotas y probablemente escapadas, a tu manera, como siempre, sin decir verdades como puños en lo sustancial y lanzándolas a la cara en los detalles nimios como al hablar de sentimientos. Tú, que deberías aprender tantas cosas, como a no doler ni por acción ni por omisión, técnicas ambas que dominas con maestría. Ni lo sabes. Sigues y dejas que tu nariz salga de la madriguera en busca de nuevos olores que perseguir. Así, con la oferta, resulta fácil que surja un bien de consumo mejor que el actual, tan visto, tan aburrido, tan poco estimulante. Y te vas, dejando atrás cualquier otra cosa, como un amor hundido. O algo así...

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Incapaz de recordar la última frase en inglés...

Mil bocanadas de aire fresco a toda velocidad, con la boca medio cerrada porque las altas temperaturas y el sol han devuelto al ambiente millones de insectos y una cosa [bastante asquerosa] es sentirlos rebotar en la cara o introducirse en los ojos y sus comisuras y otra bien diferenciada es comérselos. La espalda cubierta y protegida por un cuerpo femenino que es casi tan grande como yo, para mis reiteradas sorpresas en cada ocasión [muy a menudo, por cierto] en la que me detengo a observarla. Tempus fugit. Y la tecnología trae palabras de lejos que mantienen mi mente despejada y mis reflejos en guardia. Sol y paseos. Ping pong y risas de sorpresa. Encuentros alrededor de una mesa y sobremesas de café, largas. Son esos encuentros a los que en el futuro recorreremos en caso de añoranza, seguro, con un ¿te acuerdas de cuándo...? Si, tempus fugit y la vida se va yendo. Como para no vivirla intensamente, como para no pensar que [siempre] lo mejor está por venir...

viernes, 3 de diciembre de 2010

Buf. Y mil veces buf.

Déficit de seratonina y no se hable más. La química que debería solucionar este desarreglo cronificado tiene una larga lista de incompatibilidades y efectos secundarios de extensión idéntica a la de medio rollo de papel de plata, por ejemplo. Y el consejo, repetido para que cale: no escuches a tu cuerpo, no hagas caso, adelante con el tratamiento. Asusta un poco, en realidad. Y lo confieso porque así me siento más cómoda, porque no quiero engañar a nadie, mucho menos a mi misma. La melatonina ha fracasado. Y, sin relación alguna con nada de lo anterior, las algias me acompañan desde hace un par de días. Localizadas o abstractas, pero ahi están. A pesar de los tratamientos, persisten. Y aqui estoy, somatizando con impunidad, mientras la cabeza se me llena de caos en los aeropuertos cerrados, l#s afectad#s, el puente largo para algunos y la suerte de no tener que padecer a ese colectivo hoy. También estoy en aprendizaje de tantas otras cosas, un poco cada día, sin estridencias, ni golpes de Tarzán en el pecho. Nada. Silencio. Y suspiro...

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Todo esto y ninguna de las demás cosas...

A veces... un suspiro de los de llenarse los pulmones tan a fondo que te sientes un poco globo. Y silencio. Espirar despacio para que la oxigenación sea completa. Dejar la mente en blanco y concentrarse en el aire que te está ocupando toda. Así se va un poco la furia del primer momento, la molestia, el sentirse incómoda en una conversación que no quieres mantener. Pasa un poco el tiempo y me desconecto ligeramente del origen del fastidio, de la interrupción, del frenazo. Me agudizo, lo noto. Y voy perdiendo la paciencia y me vuelvo [todavía más] pragmática con todo aquello que no me apetece. Intento concentrarme en quien me habla, a pesar de estar interrumpiendo mi propia tarea. No, no he aprendido a sonreir, mientras. Faz seria, resolutiva, con prisa. Eso sí se nota. Y hablan y a veces disimulo el estar sin escuchar, gesticulando un poco de manera neutra. Otro suspiro. Esto es así cada vez más a menudo y estoy cambiando demasiado...